miércoles, 14 de mayo de 2014

COLUMNAS


Otro hermano incómodo



Carlos Loret de Mola

Cuando murió en el trágico avionazo de noviembre de 2008, el entonces secretario de Gobernación, Juan Camilo Mouriño, estaba en su momento de mayor debilidad política.
El ex candidato presidencial Andrés Manuel López Obrador le había exhibido contratos que firmó para que los negocios de su familia en el sector energético se vieran beneficiados siendo diputado federal presidente de la Comisión de Energía de la Cámara baja.
Mouriño tuvo que salir en una descuidada conferencia de prensa en la que se le vio maldormido, desarreglado, devastado y sin explicación convincente sobre su sospechosa actuación.
En los días subsecuentes se rumoró de su salida. Ya no lucía como el hombre fuerte de su presidente y mejor amigo Felipe Calderón, aquel todopoderoso operador desde Los Pinos. Murió muy poco después.
Sin embargo, los negocios de los Mouriño no sólo sobrevivieron sino que florecieron. Siempre se pensó que fue gracias al padre del extinto secretario, don Carlos Mouriño Antanes. En buena medida.
Pero en realidad, el que más lleva las riendas de la expansión económica familiar es el hermano mayor de Juan Camilo, Carlos Mouriño Terrazo, quien es además una figura clave en el entramado fraudulento de Oceanografía, gracias a un personaje que sí ha sido expuesto públicamente: Mario Ávila Lizárraga, el hombre que saltó de ser vendedor de coches a encargado de todos los negocios marítimos de Pemex, y desde ese cargo se coludió con Oceanografía.
El 4 de abril pasado, en la entrega La Mujer de Oceanografía de estas Historias de Reportero, le informé que Ávila Lizárraga fue contratado en Pemex por presiones de la entonces jefa de la Oficina de la Presidencia, Patricia Flores Elizondo, quien llamó a la paraestatal para “doblar la mano” de Juan José Suárez Coppel, entonces director general, y Carlos Romero Deschamps, líder sindical petrolero, quienes se resistían al injustificado nombramiento (también estaba en contra Carlos Morales, ex número dos de Pemex).
Patricia Flores habló en nombre del presidente Calderón para impulsar a Mario Ávila. Informantes que presenciaron en el sexenio anterior de primera mano toda esta trama, revelan que la familia Mouriño echó mano de la señora madre del ex secretario de Gobernación: ella le marcó a Calderón Hinojosa para pedirle el nombramiento del hoy prófugo de la justicia, y el ex presidente delegó la responsabilidad en su operadora de confianza.
La señora Terrazo de Mouriño hizo la llamada, pero quien planeó la toma de esa posición gubernamental estratégica fue su hijo Carlos, quien desde el nombramiento de Ávila se convirtió en su verdadero jefe y quien no es para nada ajeno al mayor escándalo financiero de este sexenio.
Donde estuvo Mario Ávila Lizárraga estuvo Carlos Mouriño Terrazo.
Ya veremos hasta dónde llega la investigación y qué tanto inhiben al actual Gobierno las aristas políticas del caso.

SACIAMORBOS

En la entrega “Secuestran para financiar marchas y plantones” es Chico Pelón en lugar de Pico Pelón. Erratita.

En números fríos



Gabriela Aguilar


María tardó dos años en encontrar una plaza laboral con prestaciones que marca la ley, antes, contabilizó al menos 20 lugares a los que acudía y ofrecía su trabajo de peinadora y maquillista. No la querían porque tenía casi 40 años y el argumento que le daban las empleadoras era de que preferían contratar a jovencitas, “porque son más fáciles de manejar”.
México y Jalisco están lejos de ofrecer oportunidades de trabajo o un futuro laboral digno a una persona que rebasa las cuatro décadas. En otros países lo consideran de otra forma, claro, son economías más desarrolladas.
Exclusión, es el eufemismo para la marginación que padece este grupo poblacional que se queda atrapado en la frialdad de los números.
Si algo ha distinguido a la administración federal es el manejo de su información, que se caracteriza por capitalizar las cifras que dan a conocer, las que hablan a su favor y alejan a la ciudadanía de la realidad bajo el argumento de que son “percepciones”.
Ayer, el Presidente Enrique Peña Nieto aseguró que las cifras de abril dadas a conocer por el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), muestran que el empleo formal tuvo un crecimiento anual de 3.2%. Una justificación que ayuda a defender la famosa reforma laboral que presentó el ex presidente panista Felipe Calderón y negoció el propio Peña Nieto, la cual está lejos de lo que muchos esperaban.
El pasado 1 de mayo se publicó datos que a más de alguno le amargan la existencia: en Jalisco la mayoría gana menos de seis mil pesos, es decir, seis de cada 10 personas perciben menos de 200 pesos diarios de acuerdo a un análisis de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi).
Otro dato revelador es que luego de entrar en vigor la reforma en la materia en diciembre de 2012 a marzo de este año, se generaron 63 mil 686 empleos asegurados en Jalisco, según cifras del IMSS lo que significa un aumento de 4.7% que no significa mucho si se contrasta con el comportamiento promedio de la última década.
La reforma laboral es como la misma difusión de la información oficial, marcada con ciertas ambigüedades que llevan a unos a decir lo que quieren y otros, los ciudadanos, a escuchar no necesariamente lo que esperamos.
La reforma laboral no es mágica ni generará empleos por sí sola, pero los líderes la defienden como todas las demás, requiere tiempo adoptarla.
Si a estos cambios le mezclamos las modificaciones fiscales que entraron con la reforma fiscal, los mexicanos estamos más alejados “de un mercado de trabajo más eficiente y flexible”, pero más cerca a ser un número más de 4.8% de la población “desocupada” que en marzo reportó el Inegi en números fríos.

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