Veneno Puro
Rafael Loret de
Mola
*El Clero en
Polémica
*Aborto y
Homosexuales
*El Peso de la
Historia
Cuando Vicente Fox
inició su andadura hacia el gobierno de Guanajuato en 1991, no dudó en
enarbolar el estandarte de la Guadalupana en un contexto evidentemente
político: el de sus mítines proselitistas cargados de inducciones variopintas.
También en Chihuahua, desde 1986, quien fue postulado por el PAN para dirigir
los destinos de su entidad, Francisco Barrio Terrazas, a quien no pocos
llamaron el “ayatola” por el carácter místico que imponía en sus alegatos
públicos, iniciaba sus arengas orando y haciendo rezar a sus seguidores como si
tal fuera un valor político exclusivo de su causa.
En 2000, cuando Fox
asumió la Presidencia de México sin el menor cuestionamiento a su legitimidad
de origen –es necesario el apunte para subrayar las condiciones en las que seis
años después se desprendió de la responsabilidad-, hizo descender de las
paredes de Los Pinos las imágenes de Benito Juárez y otros próceres históricos
para instalar los iconos religiosos que no parecían tener lugar en un estado
constitucionalmente laico. Recuerdo, por ejemplo, que en la oficina de la
vocera, entonces Marta Sahagún, visitada por cuantos periodistas buscaban la
posibilidad de dialogar con el mandatario bajo el ruido del prometido cambio
institucional, destacaban las esfinges de la virgen morena, la de San Juan de
los Lagos –misma que estimula las peregrinaciones que pasan por el entrañable
Bajío de los Fox hacia el segundo santuario más visitado de la República-, la
de la Caridad del Cobre, cubana, y hasta la de San Charbel, el milagroso monje
libanés honrado en la parroquia de Polanco. Era, sí, como una especie de
capilla que contrarrestaba con la rigidez republicana de otros tiempos.
Como apunte curioso
es necesario mencionar que la pareja mencionada, Vicente y Marta, quienes tanto
pregonaron su catolicismo incluso para dejarse ver en las dominicales misas con
señalado acento oportunista, optó por casarse y vivir al margen de la Iglesia
aun cuando denodadamente presionaron para anular los primeros matrimonios de
cada uno sosteniendo tal petición incluso ante el Papa, Juan Pablo el Magno. No
se olvida, igualmente, que el Pontífice, aburrido de la historia, llegó a
solicitar a aquella “primera dama” que se abstuviera de tratar el asunto en su
presencia.
No olvido
igualmente la tremenda sentencia de Fernando Gutiérrez Barrios, el legendario
veracruzano que cursó como secretario de Gobernación durante los primeros
cuatro años del salinismo trágico, en ocasión a las reformas por las que se
reconoció la personalidad jurídica de las Iglesias habilitando con ello a la reanudación
de relaciones entre México y la llamada Santa Sede:
--Los curas –señaló
con sarcasmo-, nunca se conforman. Y pronto van a querer más y más... hasta
entrar de lleno en política. De allí a la Cristiada sólo hay un suspiro.
Y Girolamo
Prigione, quien fue exaltado como primer Nuncio Apostólico tras la
normalización diplomática, le respondió:
--Quienes se oponen
son sólo cuatro gatos que maúllan a la luz de la luna para darse importancia.
1993 fue el año
clave. Las reformas se aprobaron, los Obispos fueron invitados a comer en la
residencia oficial de Los Pinos para festejar, algunos de ellos lloraron de
emoción por el contraste... y poco después comenzó la escalada de barbarie con
el asesinato, en Guadalajara, del Cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo. Las
contradicciones anclaron en este punto y no fueron ajenas ni siquiera para el
histórico Sumo Pontífice quien debió aceptar la versión oficial sobre el crimen
para no enturbiar los nuevos vínculos políticos establecidos por el gobierno
mexicano. ¿Quién ganó? A la vista de la alternancia en 2000 podríamos
definirlo.
MIRADOR
Benedicto XVI no se
caracteriza, precisamente, por ser un buen político. Lo suyo es el dogma
católico y la visión de la eternidad más allá del mundano tránsito terrenal.
Como muestra optó por validar y hacer suyas las confusas declaraciones del
Cardenal Antonio María Rouco Varela, Arzobispo de Madrid, quien insistió, en
defensa de la integridad familiar, en que las leyes a favor del matrimonio
homosexual y el aborto, dos temas polémicos por antonomasia resueltos con
sesgado sentido “socialista” por un gobierno con este perfil –el de José Luis
Rodríguez Zapatero en 2008-, eran contrarias al espíritu democrático porque
privilegiaban a las minorías por encima de los derechos de las mayorías que se
contaminaban por los excesos. Tal fue el sentido de la discusión abierta en
vísperas de la confrontación de los eternos bandos en pugna por el poder
político: conservadores y liberales, esto es monárquicos y republicanos,
derecha e izquierda, siempre polarizados.
Desde luego, las
afirmaciones de Rouco, secundadas por el Papa en un acuse de recibo
políticamente incorrecto, surgieron en circunstancias singulares: ante una
multitudinaria manifestación en la céntrica y emblemática glorieta de Colón de
la capital madrileña y cuando los dos partidos políticos con mayores coberturas
en España velan armas. El desgaste es tan brutal por efecto de la crisis
devastadora –cinco millones de desocupados, uno de cada cuatro españoles en
edad productiva- que los momios políticos se han vuelto a cerrar en una nación
en fase de escisiones y partida ideológicamente por mitad. Es inevitable
recapitular sobre los destrozos de la crispación en nuestro país en julio de
2006.
Lo dicho por Rouco,
entonces, constituye una de las banderas políticas más evidentes de la derecha
que, por cierto, rechaza igualmente la definida como “ley de la memoria
histórica” por la cual deberán perseguirse judicialmente los bárbaros excesos
de la dictadura y no sólo para retirar emblemas de los edificios públicos ni
adecentar las nomenclaturas; también para zanjar los diferendos extremos sin
temor a intentar conocer la verdad de cuanto sucedió bajo las botas y los
caprichos de Franco, cuyo espíritu chocarrero todavía suele enturbiar los festejos
monárquicos con el recuerdo de que la original investidura del actual rey se
debió a él, sólo a él. Luego vendría la Constitución y la reafirmación del
modelo que logró superar los amagos golpistas de 1981.
En estas
condiciones, claro, la intervención de las jerarquías eclesiásticas resulta de
enorme trascendencia. Digamos que lo realizado por los empresarios afines al
gobierno durante la “campaña sucia” de 2006, en España está corriendo a cargo
del Episcopado deseoso de recobrar el protagonismo de antaño perdido al calor
de una democratización compleja que ya tiene, desde luego, mayoría de edad.
POLÉMICA
Pero, de verdad,
¿la legislación sobre abortos y homosexualidad va en detrimento de la
democracia? Tal sería la cuestión a resolver dentro de los polarizados
escenarios proselitistas. Por una parte podría alegarse que el deterioro de los
valores morales daña la sensibilidad de las mayorías que desean salvaguardar a
las nuevas generaciones de los impactos de la “modernidad” sexual; por la otra,
la argumentación se basaría en el imperativo de ampliar coberturas para la
convivencia plural inevitable en sociedades que ya no pueden cortarse con la
misma y única tijera. Y, desde luego, la moral no puede considerarse exclusiva
de alguno de los grupos antagónicos.
El dilema,
entonces, tiene más que ver con la libertad. Y, desde luego, nos parece
equivocada la postura de las jerarquías eclesiásticas que insisten, de manera
denodada además, en la preeminencia de la cultura monogámica y heterosexual,
además de las resistencias contra cualquier tipo de aborto cuando éste tiene
variantes tales como el terapéutico –para preservar la vida de la madre, por
ejemplo-, sobre cualquiera otra expresión social. Es, en cierta medida, una
postura similar a la asumida por los fundamentalistas islámicos que rechazan,
exacerbando la violencia, cualquier intromisión de la ética occidental en sus
ancestrales tradiciones.
El debate, en fin,
está abierto aun cuando contenga ribetes oportunistas en territorio hispano.
Sostengo que la discusión sobre los temas torales debe ser bienvenida siempre
aun cuando tengan connotaciones electorales. Lo que no se vale es reducir la
polémica a los perentorios periodos de campaña para luego archivarla y
mantenerla así hasta que llegue, de nuevo, la oleada política de
circunstancias.
POR LAS ALCOBAS
Cuando en 1986 los obispos
de las diócesis de Ciudad Juárez, Chihuahua y la Tarahumara, decidieron
suspender los cultos en protesta por lo que ellos consideraron un fraude
electoral a favor del priísta Fernando Baeza Meléndez, el entonces Delegado
Apostólico, el mencionado Prigione, puso el grito en el cielo y no cesó sino
hasta diluir aquella protesta desde los púlpitos de la vida política.
Le pregunté, al
calor de estos hechos:
--¿Por qué la
Iglesia siempre marcha en la retaguardia de la historia? A Hidalgo y Morelos,
próceres de nuestra Independencia, los excomulgaron... y redimieron ciento
cincuenta años después de sus sacrificios. ¿No pasará lo mismo en Chihuahua?
Prigione se puso
rígido, empalmó las manos como para iniciar una oración y replicó:
--Aquellos eran
otros tiempos. No nos confundamos.
Faltó decirle que
del pasado también se aprende. Y él recibió, con el peso de la ironía popular,
una dura sentencia:
--Es PRI...gione.
Por priísta, claro.
La justicia no debe
ser sectaria como han pretendido en la asamblea legislativa al desdeñar y
minimizar los actos vandálicos del 1 de diciembre pasado, que pueden haber sido
provocados desde otras trincheras, como ya hemos dicho. No podrá haber
democracia en nuestro país mientras la apuesta sea la de la crispación, la
provocación y el ahondamiento de las diferencias sociales.
email:
loretdemola.rafael@yahoo.com
Ex Libris
Scherer García: Vivir para el periodismo
Álvaro
Cepeda Neri
Julio
Scherer García ha sido un periodista de pies a cabeza. Un reportero toda su
vida, cosechando reflexiones de los hechos y escribiendo libros con la prosa
que lo caracteriza: al grano, sin paja, para contar sobre sus casi 70 años
ejerciendo las libertades-derechos de escribir y publicar sin cortapisas.
Críticamente. Verazmente. Y hoy nos entrega un racimo de recuerdos, muchos
sobre la naturaleza humana con sus miserias y virtudes del toma y daca en las
difíciles relaciones humanas. Vivir el periodismo que fue y sigue siendo
función de reportero. En este libro es el reportero de sus recuerdos, hilados a
lo largo de su vida desde la cual puede mirar el pasado como presente
Scherer
García ha sido: “el enigma de la persona que cambia incesantemente y a lo largo
se transforma sin darse cuenta”, o como Pablo Neruda nos ilustra: “Nosotros,
los de entonces, ya no somos los mismos”. En 38 textos sacados como el título
de las memorias de Vladimir Navocob: Habla, memoria, revive una época de la
prensa como contrapoder. Contra todos los poderes de que habla Luis María Anson,
para informar, investigar y criticar abusos políticos y carencias económicas de
la sociedad; señalando problemas sociales y siguiendo los pasos a las
manifestaciones de la cultura. Éste podría ser continuación de otro de sus
libros: La terca memoria, en su afán de reportear la vida pública mexicana en
todas sus facetas. Y nos convida de lo privado que puede y debe ser público,
que ignorábamos. Sobre sus batallas periodísticas, sus altos y bajos
dramáticos, riesgosos, felices, angustiosos.
En El tiempo
recobrado, Proust nos aclara el pasado-presente al escribir: “la vida, nuestra
vida descubierta y aclarada al fin, es la única vida realmente vivida”. Así me
parece que Julio Scherer García descubre su Vivir narrando su vida cuyo centro
es el periodismo forjador de voluntades, que completa el tríptico del pensar y
querer en lo que Kant-Kelsen denominan la ética republicana-democrática, el conocimiento
con su lógica y el sentimiento estético. En esto ha trabajado Scherer García en
unidad con su psicología de combatiente por las máximas libertades de escribir
y publicar cuanto debe informar a la opinión pública. Forjador de reporteros, el
autor examina su trayectoria (1946-2012). Y me parece que Vivir (dice el refrán
que “recordar es vivir”), es la introducción a la vida pública del periodista,
con atisbos de su vida privada: Susana, sus hijos, amigos y compañeros de
viaje.
En 133
cuartillas pasa revista a algunos pasajes de su vida, de sus memorias que giran
en torno a su pasión y razón: el periodismo crítico, veraz y contrastado con
sus fuentes y los hechos que lo acreditan como piedra de toque de la prensa
mexicana. Scherer García, El Periodista, se muestra en estas páginas, como el
reportero autoentrevistándose. Y diciendo: “Ahora (aparado de la vida que había
hecho mía durante cincuenta años) veía los sucesos a distancia, crítico o
cronista, más no reportero”. Sin embargo, Scherer García nos ofrece este libro
como reportero del reportero que no ha dejado de ser.
FICHA
BIBLIOGRÁFICA.
Autor: Julio Scherer García
Título: Vivir
Editorial: Grijalbo.-2012
cepedaneri@prodigy.net.mx
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por tu opinion es muy valorada