Algo más que palabras
Ante las viciadas estructuras, debemos reformarlas
Víctor Corcoba Herrero
Son necesarias las reformas,
máxime cuando las estructuras de gobierno, desgobiernan más que gobiernan. Este planeta, en el que buena parte de sus moradores
sobrevive y otra se muere cada día en la indigencia, mientras otros
despilfarran y abusan del poder que les respalda, tiene que cambiar, y a poder
ser, más pronto que tarde. No es hora de lamentos, sino de transformaciones
profundas, de ruptura con los corruptos, de alejamiento hacia aquellas personas
que han perdido el sentido profundo de la justicia y se benefician de la
miseria, de disolución de las instituciones que lejos de servir a la
ciudadanía, sirven únicamente a los que ostentan el dominio. Es indispensable
la depuración en un mundo globalizado. No se puede permanecer pasivo ante
tantas tragedias humanas, ocasionadas en buena parte por las estructuras
viciadas que nos dirigen. Ha llegado el momento de alzar la voz a tantas
calamidades provocadas por algunos dirigentes sin escrúpulos. Cualquier persona
merece protección antes que institución alguna, por mucha trayectoria que tenga
tras de sí, tenemos el deber de denunciar a los endiosados traficantes de
inocentes. No hay que escatimar esfuerzos por salvar vidas humanas. Esto es lo
más importante.
Por
tanto, digo sí a las reformas en un mundo injusto a más no poder. Las crisis
humanitarias suceden por falta de humanidad entre las personas. Es preocupante
el silencio de tantas instituciones que no pasan de los hechos a las
obras. No hay que temer a los cambios
cuando algo no funciona o funciona mal. Todo debe estar al servicio de las
personas. Vivimos en una sociedad cada día más interdependiente, pero muy
frágil con determinados poderes que son los que mueven los hilos a su antojo,
no al interés de los más débiles, de los más desprotegidos. Nos estamos
cargando los estados sociales, por esa falta de ética común institucional que
debería mundializarse. Fruto de esta conducta inmoral se han acrecentado los
desórdenes, las amenazas, la destrucción en suma. Tenemos también un déficit
democrático verdaderamente preocupante. Y lo que es peor, no puede prosperar el
sistema, porque hasta a las propias estructuras se les manipula. Somos, por consiguiente,
de una irresponsabilidad manifiesta, que habría que subsanar con mayor
transparencia y equidad, teniendo en cuenta la degeneración actual y el vacío
humanista que nos acorrala.
Muchas
personas, insisto, viven en precario, porque las mismas estructuras de gobierno
permanecen desaparecidas e invisibles. Son muchas las puertas que se han
cerrado a la vida humana. Tenemos que abrirlas sin dilación. Es tan urgente
como preciso. No es humano que la riqueza siga acaparada por minorías. Tampoco es
justo que los derechos humanos no sean igual para todos. ¿Cómo pueden seguir presentes modelos
económicos que empobrecen y excluyen?. Bajo estas mimbres indignas, nada es
humano en definitiva. Ante tantas desigualdades, a veces me pregunto, ¿cómo no
se propicia un cambio social para la defensa del ciudadano?. Es evidente, que
ante esta relajación de la ética, difícilmente vamos a poder edificar otras
estructuras de contenido más humano. Se precisa, pues, a mi juicio más que
nunca, la intervención de una autoridad pública internacional, capaz de tutelar
los derechos de los más débiles y pobres, con la cobertura de protección social
necesaria para poder avanzar hacia la igualdad, a través del acceso y calidad a
la educación primero y al mercado laboral después. Por desgracia para todos,
los altos niveles de desigualdad están acompañados, mal que nos pese, de una
fuerte desconfianza en las instituciones y sus dirigentes.
Todos
los gobiernos del mundo, con sus estructuras, lo que tienen que hacer es ser
más proclives a la inversión social, a instalar mecanismos redistributivos y a
crear políticas basadas en derechos sociales que eviten el desigual reparto de
bienes. De lo contrario, tendremos un futuro sombrío. Ya está bien de tanto
cinismo soberano y de tanta esclavitud en bandeja, de tanto dolor esparcido
entre gente marginada por el sistema y de tantas vidas humanas excluidas,
tenemos que decir ¡basta! y encaminarnos hacia otros dominios menos
dependientes, más libres, capaces de garantizar el desarrollo de la persona
hacia el bien colectivo.
La prueba
Carlos Loret de Mola
Michoacán
es el examen de seguridad para Enrique Peña Nieto. Fue en su momento para
Felipe Calderón y no lo aprobó. El ex presidente inició ahí la guerra contra el
crimen organizado. Era su tierra. Se la encomendó a Genaro García Luna, su
hombre de confianza, su padawan, decían un poco burlándose algunos fanáticos de
La Guerra de las Galaxias encumbrados en el gabinete panista del sexenio
anterior.
Por
momentos, Michoacán parecía tranquilizarse, pero fueron ilusiones temporales.
De fondo, los cárteles siguieron dominando el Estado, con bastiones notables en
la ciudad de Apatzingán y el puerto de Lázaro Cárdenas.
Michoacán
es al arranque de la gestión Peña Nieto, el lugar más peligroso del país. Es un
narcoterritorio donde hay más mando el crimen organizado que el Gobierno
federal. No se diga las autoridades estatales o municipales.
Al
arranque del programa de seguridad encomendado al secretario de Gobernación,
Miguel Ángel Osorio Chong, se prometió un despliegue de policías federales para
combatir con más fuerza a los delincuentes. Según la contabilidad del Gobierno
del Estado, endosado al interino Jesús Reyna, apenas llegaron la mitad de los
elementos del cuerpo que encabeza el comisionado Nacional de Seguridad, Manuel
Mondragón. Parece que los datos fueron ratificados por la Secretaría de la
Defensa Nacional.
El
resultado ha sido adverso para el Estado, en la actual coyuntura:
Ayer,
por segundo día en una semana, se reporta en los periódicos ataques contra la
Policía Federal que dejaron tres agentes muertos y seis heridos. El
Ejército intenta controlar la situación.
Además,
en Los Reyes, Michoacán, los colegas periodistas informaron que un grupo de
autodefensa se manifestó contra el cártel de Los Caballeros Templarios, quienes
respondieron a balazos hasta matar a cinco y dejar a 10 heridos.
El
secretario Osorio Chong dijo que fue una reacción a la presencia oficial,
mientras se complica el asunto pues trascendió que después de la balacera
hallaron casquillos dentro de la Presidencia Municipal donde estaban
atrincherados los policías municipales, quienes se supone no dispararon,
¿entonces?
La
situación está complicadísima en Michoacán. Se sabe que es la prioridad del
gabinete de seguridad. Veremos si pasan el examen.
SACIAMORBOS
Cuatro
renuncias de editorialistas del más alto nivel en el mismo periódico que hace
rato dejó de respetar los valores con los que irrumpió exitosamente en el medio
de los medios. En un caso se denunció censura. En otros tres sólo cortesía en
las despedidas, quizá con algún mensaje encubierto en uno de los temas elegidos
para decir adiós. En diciembre pasado, un director editorial dejó el mismo
periódico porque le habían exigido “trato preferencial” al magnate. No pocos
reporteros están incómodos porque hace un año les pedían “lo que fuera” contra
un político en campaña y ahora, pura nota positiva sobre el personaje.
Michoacán
Alejandro Irigoyen Ponce
De manera lineal y casi anecdótica —tal y como
están las cosas en el país—, el parte del día podría quedar en la consignación
de los hechos, que un cártel decide desafiar al Gobierno federal con ataques
directos contra la Policía Federal. Entre martes y miércoles asestaron siete
golpes con un saldo preliminar de cuatro federales y una veintena de sicarios
muertos.
Sin embargo, lo que hoy sucede en Michoacán es
mucho más grave y profundo y obliga a preguntar qué sucede realmente en la
entraña de la estrategia gubernamental para combatir a la delincuencia
organizada.
Sin ánimos tremendistas, a la lectura por
desgracia muy extendida, pero ganada a pulso en los hechos, de que las
autoridades realmente administran el conflicto y que en muchos casos existe
contubernio entre diferentes niveles de Gobierno con las bandas criminales y
que ello explicaría que pasen los meses, los años y no se registren cambios
sustanciales (ya que la aprehensión de un capo no hace mayor diferencia en los
territorios bajo dominio del hampa), habría que agregar que tal vez la raíz del
problema no es que el Gobierno no quiera, sino que no puede, y quién sabe cuál
de las dos posibilidades sea más terrorífica.
Habría que recordar al secretario de
Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, cuando el 21 de mayo (con énfasis de
que hace más dos meses), anunció un nuevo operativo de las fuerzas federales
para combatir la inseguridad en Michoacán, con más elementos del Ejército, la
Marina y la Policía Federal, y que la estrategia era muy diferente a la
implementada por Felipe Calderón, que resultó un gigantesco fracaso, ya que
“empezamos con una real y auténtica coordinación para dar resultados”.
¿Qué ha sucedido en los últimos dos meses, con
todo y la real y auténtica coordinación? Pues que los grupos de autodefensa han
proliferado, que el crimen organizado continúa extorsionando a la población,
colocando retenes y, además, realizando ataques directos contra los efectivos
federales. Si por un momento concedemos que el Gobierno federal no mintió el 21
de mayo y que realmente pretendían rescatar territorios y dotar de la mínima
seguridad que merecen los ciudadanos, pues entonces en dos meses no lo logró…
no pudo.
Roma no se construyó en un día y resultaría de
un ingenuo que raya en lo torpe el suponer que un cáncer tan extendido y
virulento como lo es la delincuencia organizada en nuestro país se erradicaría
en cuestión de semanas o meses, pero también lo es que transitamos por el
séptimo año de la llamada guerra contra el narco y que con un capo más o menos,
seguimos exactamente plantados en el mismo lugar.
La administración de Peña debería
ponderar el hecho de que los mexicanos simplemente estamos hartos de que se
combata al hampa a golpe de discursos; debe entender que el atrapar a un capo o
dos, realmente significa que surgirán otros y que las bandas se fraccionarán y
por ello se volverán más peligrosas y finalmente debería probar en los hechos
que tiene la capacidad para frenar la belicosidad de quienes desde la trinchera
criminal pretenden seguir imponiendo su ley, en Michoacán, en Chihuahua, en
Tamaulipas y en una docena más de estados. Otorgando el beneficio de la duda,
supongamos que quieren; bueno, pues que esperan para demostrar que pueden.
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