viernes, 3 de enero de 2014

EDITORIALES




Algo más que palabras 

 


Víctor Corcoba Herrero 

La fraternidad no conoce patria, sino espíritu comunitario 

Me alegra que un líder tan influyente en el mundo actual, como el papa Francisco, para la celebración de la XLVII Jornada Mundial de la Paz, tomase la fraternidad como fundamento y camino para la armonía. Verdaderamente, sólo el rencor y la ambición tienen patria, no así la concordia que no la tiene, porque no conoce muros, ni fronteras, alberga otros valores más del corazón y del níveo deseo interior. 

La globalización, como ha dicho Benedicto XVI en la carta encíclica Caritas in Veritate, nos acerca a los demás, pero no nos hace hermanos. Sin duda, el mundo necesita hermanarse mucho más, abolir o reducir los ejércitos, para celebrar y promocionar la armonía entre seres humanos. Indudablemente, es la gran asignatura pendiente, la confianza y comprensión de unos y de otros, el espíritu de la tolerancia y del respeto, que también ha de injertase en las mentes y en los corazones de las gentes. 

Por desgracia, vemos con cierto alarma que, cuestiones tan vitales como el mundo de las relaciones humanas, que deberían ser consideradas punto de partida, se debilitan o se corrompen. Al final se une la ciudadanía por intereses individuales, pero no fraterniza, cuando se acaban las ventajas propias se desmorona el vínculo. Puro egoísmo. Si tuviésemos una auténtica relación fraterna, la pobreza no existiría como tal, todo sería un compartir y un desprenderse hasta de uno mismo. 

Precisamente, una de las principales enfermedades de este siglo radica en vivir alejado del prójimo, al considerarlo muchas veces como un enemigo o como un contrincante más, en la lucha por la supervivencia. Por otra parte, apenas tenemos tiempo para pensar, vivimos de manera alocada e insaciable, como si el mundo se fuera a acabar mañana mismo. Tenemos que recuperar tiempos perdidos para fortalecernos como seres humanos. La humanidad no puede seguir destruyéndose a sí misma en medio de una enfermiza indiferencia. Bajo un continuo clima de conflicto entre ciudadanos e instituciones, entre políticos poco servidores y un pueblo engañado, que suele apoyarse en poderes corruptos, la familia humana malvive entre la desesperación y la desconfianza. 

A mi juicio, faltan personas de servicio auténtico, entregadas a la escucha del sufrimiento, dispuestas a acompañar al que padece; ciudadanos que se desgasten en prestar auxilio a todas horas, que estén en guardia permanente para dar esperanza; puertas abiertas dispuestas a acoger al que no tiene hogar, ventanas a la vida orientadas a la luz para conquistar otros horizontes de caridad fraterna. Todo esto y más germina de un espíritu fraterno. 

Con el inicio del nuevo año, sería saludable descubrir la nueva patria de todos los seres humanos, que no radica en territorios, puesto que se nutre del amor y esta bondad todo lo engrandece, hasta convertir a los otros, en nosotros, en un modo de vivir más profundo, o sea, más humanitario. Necesitamos huir de esta mundanidad interesada y cultivar, desde el corazón, con más valor y generosidad el espíritu de hermanos. Realmente estamos acostumbrados a ponernos del lado del poder, pues no, hay que ponerse con el más débil, alzar con él su voz, vivir junto a él con la esperanza de que pueda contar con nosotros, y desvivirse por él hasta volcarse en un espíritu comunitario. Para ello, uno tiene que saber también aceptar lo que otros pueden ofrecernos. Que puede ser un lloro o una sonrisa. Esto es lo que nos distingue de otras especies, el arte de comunicarnos y de entendernos como hermanos.




Los museos y las universidades

 

 
Luis Ernesto Salomón 

Las ciudades de Occidente poseen espacios dedicados a difundir el conocimiento y preparados para exponer lo mejor del arte, la historia y la cultura que les pertenece o aquella en la que están inmersos. Durante siglos las construcciones religiosas desempeñaron esta labor que podemos calificar de exposición al arte y la cultura.

A partir de la modernidad la construcción de museos y universidades se convirtió en un símbolo de progreso y poder de una nación. No es casual la ubicación de los grandes museos en Europa, como el Louvre, están situados en los ejes urbanos o en espacios dedicados especialmente a la convivencia pública.

Desde Nueva York hasta Londres y Tokio los museos son focos que irradian saber. Algo parecido ha pasado con los campus de las universidades que, nacidas en los muros de las iglesias medievales, se han mudado a espacios en que se combina la docencia, la investigación y la exposición al arte. Tampoco es casual que las grandes universidades de Europa, primero, y luego las de Estados Unidos, son símbolos de supremacía que reciben lo mejor del mundo.

Los museos hablan combinando lenguajes escritos, en imágenes gráficas y ahora digitales, y nos exponen verdaderos discursos que nos hacen sentir y reflexionar sobre muy diversos tópicos. Se han convertido en puntos de atracción para propios y viajeros que hablan continuamente a un público cada vez más global. Nuestra ciudad tiene las condiciones para detonar con fuerza la acción de los museos y las universidades, pero requiere del respaldo público. Nuestros museos son aun pequeños y carecen de los elementos que les permitan elevar esa voz global para hacerse sentir en el país y en el mundo, y esa es una tarea ineludible para la construcción de una ciudad más fuerte y abierta en términos culturales.

Los esfuerzos de La Universidad de Guadalajara son plausibles. La construcción del Centro Cultural Universitario es un éxito que ha sido retardado por la falta de respaldo económico. Ha llegado la hora de plantearnos si queremos tener un museo de alto perfil en la ciudad. El Museo Regional tiene una enorme riqueza pictórica, pero parece mudo al mundo. Pudiera ser una opción que fuera administrado por las autoridades locales para dar un paso.

Pero vale la pena impulsar los proyectos de museos que se desarrollan en Huentitán, los que se proponen para el Centro de la ciudad, pero sobre todo hay que pensar con grandeza con una visión trascendente e impulsar a nuestras universidades y museos para que se conviertan cada vez más en los ejes de la difusión del arte y la cultura, mediante discursos que le digan al mundo el valor de lo nuestro en relación con otras culturas. Los templos del arte deben estar en el centro de la atención y del orgullo local y han de ser los suficientemente atractivos para los extranjeros para generar una imagen sólida de México y de Jalisco.

Para recibir los mejor del mundo en el arte hay que prepararnos con espacios y aptitudes que nos coloquen en la vanguardia del continente. Nuestra riqueza cultural merece más estudios, más investigación, más difusión y más y más espacio de primer nivel para ser explicada y expuesta al mundo. 





Una intervención ilustrada

 

 
María Palomar 

Como tantas ciudades de Europa, Angulema, vieja población de Aquitania, tiene una catedral imponente, San Pedro. Sus orígenes se remontan al siglo IV y a lo largo de la historia ha sido destruida y vuelta a construir varias veces. El edificio actual data del siglo XII, pero entre 1852 y 1879 un arquitecto nacido en la ciudad, Paul Abadie, dirigió un gran proyecto de restauración tanto dentro de la catedral como en las fachadas, muy en el espíritu de su maestro Viollet-le-Duc, con quien había trabajado en la restauración de Notre-Dame de París: era la época del neogótico y neorrománico, que después desdeñarían las modas del siglo XX. 

En 1999 se emprendieron otra vez obras importantes de conservación en la catedral de Angulema, que esta vez incluyeron la recuperación de una parte del transepto, el ala sur, que había sido destruida a cañonazos por el almirante Coligny en 1568, durante las guerras de religión. En tres salas y una capilla distribuidas en dos niveles se está montando el Tesoro de la catedral, es decir un espacio de exposiciones que busca poner en contexto una serie de pinturas, esculturas y objetos litúrgicos que ilustren la historia milenaria del edificio, su sentido y su función. 

Se necesitaba cierto valor para resistir a la tentación de, en aras de una siempre mítica e inalcanzable vuelta a los orígenes (¿cuáles de todos?), echar por la borda el trabajo monumental del siglo XIX. Sobre todo, se necesitaban cabezas ilustradas para imaginar y dirigir las obras, tanto las de mantenimiento como las de renovación. Y se encomendaron las nuevas salas a un artista plástico importante, Jean-Michel Othoniel (Saint-Etienne, 1964), antiguo becario de la Villa Médicis y que en 2011 tuvo una gran exposición en el Centro Pompidou. Es autor en París de un aplaudido pabellón, El kiosco de los noctámbulos, en la entrada por la plaza Colette de la estación del Metro Palais-Royal. Othoniel se ha caracterizado por su uso del vidrio soplado de Murano, una de las tradiciones artesanales más antiguas de Europa. Junto con el obispo de la diócesis de Angulema, monseñor Claude Dagens (de la Academia Francesa) y la Dirección Regional de Arte y Cultura Poitou-Charentes, Othoniel definió el programa arquitectónico y decorativo. En la catedral de San Pedro de Angulema incursiona ahora también en el mundo de los vitrales.

Con el respaldo de la fundación cultural de la compañía GDF-Suez, en Angulema se retoma el antiquísimo mecenazgo de las catedrales y los edificios religiosos, y se ofrece la oportunidad a los mejores artistas y artesanos de inscribir sus obras en una historia de siglos. Sólo de esa forma se evita que se pierdan los oficios y que se conserven sus niveles de excelencia: mediante convocatorias no amañadas para las obras públicas de importancia, con la colaboración de instituciones públicas y privadas, bajo la dirección de expertos y con una mirada que vaya más allá de las modas, por definición efímeras, pero sin temer la innovación de calidad. 





2014: entre el hambre y las cortes priistas

 
Pablo Latapí 

Qué año este 2014 que comienza; de pronóstico reservado.

Será de un profundo contraste entre el hambre en que viven más de la mitad de los mexicanos y el dispendio de las cortes del partido gobernante.

El hambre: existe una Cruzada Nacional Contra el Hambre, y a pesar de lo rimbombante del discurso gubernamental y los recursos millonarios que se gastan, en el año que terminó las dependencias “comprometidas” en esa cruzada cumplieron únicamente 40% sus objetivos, lo que no significa que hayan acabado con el hambre en ese porcentaje, sino que sus programas, en su mayoría “pilotos”, apenas avanzaron ese 40%. Hablamos desde luego de la Sedesol, pero también de la Sedena, Desarrollo Agrario y la Semarnat. Sí gastaron el dinero, lo que significa que funcionarios y empleados de esa Cruzada contra el Hambre no dejaron de recibir sus sueldos y prestaciones, y apuesto a que en la casa de todos ellos no faltaron el pavo, los regalos y los buenos tragos en estas fiestas. Todo en nombre de combatir el hambre.

Pero la realidad es que esos funcionarios, al igual que la gran mayoría de los priistas gobernantes, forman parte de las privilegiadas cortes en turno. La acepción de “corte” en el Diccionario de la Real Academia se refiere al rey y las personas y familias que viven a su alrededor, y por ello es más que preciso llamar cortes a las parvadas de personas que rodean a los políticos priistas; ahí están sus esposas, hijos, ayudantes, asesores, guaruras, etcétera, que se sienten con total merecimiento de hacer lo que se les pega la gana porque estuvieron 12 años lejos del poder. Ya los vemos bloquear calles, cerrar avenidas, apartar lugares en restaurantes selectos, pagar ahí cuentas caras, y manejar sospechosas cantidades de dinero en efectivo. Es la prepotencia en pleno. Casos como la “Lady Panteones” de Guadalajara o la “Lady Profeco” del DF, cuyos desplantes le costaron el puesto a la una y al papá de la otra, son apenas puntas de icebergs gigantescos de ostentación y prepotencia.

Y habrá suficiente dinero para mantener estas cortes gracias al apretón fiscal, que también se inicia con el año, y que significa una masiva transferencia de recursos de los sectores productivos a la clase burocrática hoy en el poder.

Para nuestro consuelo, afortunadamente existen las redes sociales, Facebook y Twitter, donde miles de ciudadanos con celulares observan, graban y difunden algunos de los actos de corrupción y prepotencia. Al exhibir a los funcionarios ayudan a que sean juzgados y condenados públicamente, lo que no hacen los chorrocientos auditores y organismos que cobran por combatir la corrupción.

Veremos más y más funcionarios exhibidos mientras bloquean calles con sus guaruras para que “el señor”, “la señora” o “los señoritos” accedan sin molestias a cines, restaurantes o antros, o para atender servicios tan cotidianos como ir al supermercado, la tintorería o el pan. Privilegios de la corte.
Año complicado para quienes no trabajamos en el Gobierno, porque con las nuevas cargas fiscales veremos reducidos nuestros ingresos, pero con ese pequeño consuelo de saber que se hace un poco de justicia, aunque sólo sea en las sedes sociales.

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