¿Ciudadanos hartos, dispuestos a todo?
Óscar Espinoza
La semana anterior sucedieron ciertos hechos que me han movido a profundas reflexiones que quisiera compartir con mis lectores.
Hace unos cuantos días, un ciudadano aparentemente normal, queriendo llevar a cabo sus actividades se encuentra con que otros ciudadanos, aparentemente normales como él, han decidido manifestarse para reivindicar algún derecho o plantear públicamente alguna exigencia. Y para hacerlo, como ya se ha hecho costumbre en un nuestro país, deciden apropiarse de la vialidad que debe utilizar el primer ciudadano al que he hecho referencia, impidiéndole el paso. Obviamente que afectarán también a miles más.
Lo grave del asunto es que creen que es legal hacerlo como parte de su derecho a "manifestarse" y que éste es más importante y valioso que el que nuestro ciudadano tiene para circular. Han visto cotidianamente que miles de personas a lo largo del país, lo hacen sin empacho y han sido testigos de que las autoridades lo permiten y en algunos casos, incluso protegen a aquellos que se apropian de las vías de circulación "publicas".
El ciudadano en cuestión, ante esto decide dialogar con quienes bloquean la vialidad pretendiendo así continuar su camino. Seguramente comprende que quienes le impiden el paso tienen derecho a expresarse y quizás incluso los apoya para que obtengan lo que buscan, pero él tiene cosas que hacer, que no solamente no se contraponen con las reivindicaciones de los manifestantes, sino que exigen que circule por la vialidad cuyo tráfico impiden.
Indignados por la pretensión del ciudadano de seguir su camino y desempeñar las tareas que debe llevar a cabo, no solamente le responden negativamente, sino que lo agreden físicamente, con empujones y arrojándole objetos. Inmediatamente, considerando que con su pretensión los ofende y atenta contra su libertad de expresión, lo han convertido ya en su enemigo.
Agraviado y desesperado, el ciudadano pierde los estribos y decide intentar pasar a la fuerza; sube a su vehículo y conduciéndolo a gran velocidad lo enfila hacia los manifestantes, lesionando a doce de ellos, varios de gravedad. Acto seguido, se da a la fuga.
El conflicto entre derechos ciudadanos se ha dirimido de la peor forma posible: al margen de la autoridad, y con el uso de la violencia por parte de uno de los involucrados. Quizás alguien morirá o quedará incapacitado físicamente de por vida, varias familias sufrirán por lo sucedido y algunos de ellos enfrentarán dolorosas experiencias, empezando por el ciudadano que los atropelló, que habrá de enfrentar a la justicia, con todo lo que ello implique.
Estos hechos que he narrado, lamentable ya de por sí, se convierten en algo mucho más trascendente por las reacciones que han generado y de las que nos hemos enterado por los medios de comunicación. Muchas son las personas que aplauden lo hecho por el ciudadano y que lo justifican ampliamente. Enviando comunicaciones a los diarios o a las estaciones de radio y TV, se felicitan de que "por fin alguien se haya atrevido a actuar en contra de quienes impunemente vulneran los derechos de miles" "hasta que alguien hace lo que la autoridad no se atreve a hacer", señalan.
En alguna columna anterior me refería al espacio público, como ese patrimonio colectivo que la autoridad está obligada a cuidar para beneficio de la ciudadanía. En aquella ocasión me refería a la ocupación de plazas públicas, pero evidentemente lo que señalaba y argumentaba aplica, con mayor razón aún, al espacio de todos que representan las vías de comunicación. En una sociedad democrática como la nuestra, el acuerdo de todos deposita en la autoridad la responsabilidad de mirar por nuestra convivencia armoniosa, salvaguardar nuestro patrimonio y la seguridad de nuestras familias; corresponde a las instancias legalmente establecidas dirimir nuestras diferencias y castigar a quienes criminalmente atenten contra la integridad o patrimonio de cualquier ciudadano.
Y para que la autoridad pueda cumplir con su cometido, le conferimos el monopolio del uso de la violencia, de la fuerza. La sociedad acuerda que es la autoridad la única que puede y debe utilizar dicha fuerza para poner orden. Nuestro estado de derecho, sin embargo, prevé también ciertas excepciones en cuyo caso, el ciudadano puede defenderse por sí mismo sin incurrir en alguna conducta delictiva. Tal es el caso de lo que se conoce como actuar "en defensa propia". He escuchado varios comentarios, entre los muchos que se han hecho alrededor de estos acontecimientos, en los que se pretende argumentar dicha excepción en descargo de la culpa del ciudadano mencionado.
Lo que sucede, me parece, es que son muchos los que están ya hartos de que su espacio de recreación o de circulación, pueda ser rehén tan fácilmente de unos cuantos y de que no haya nadie que sea capaz de defenderlo. Y por lo visto, ante la inacción de la autoridad, están dispuestos a llegar a donde sea para recuperarlo.
Parece que dicho hartazgo es ya tal, que favorece la aprobación de acciones ciudadanas que de ninguna manera se justifican y que pueden poner en riesgo la armonía y convivencia pacífica en nuestra sociedad. Si dejamos que esta situación crezca, los riesgos son enormes, mucho más graves que aquellos en que incurriría la autoridad que se decida a actuar como lo indica la ley, si es que algún día se decidiera a hacerlo. Y desde luego que serían menos los riesgos en que se incurriría que aquellos que se podrían generar por la acción desesperada de ciudadanos hartos dispuestos a todo.
Un momento por favor
José de Jesús Juárez Martín
Al Poniente de Ciudad Guzmán: San Isidro
Del año de 1977 al 1994 tuve la fortuna de asistir con los Hermanos Maristas en la Casa Provincial de Occidente a diversos cursos breves y anuales de superación personal, estudio de documentos: Puebla 77, Santo Domingo 92, actualización pedagógica, Teología para seglares, Mariología, funciones directivas, Cristología, sacramentos, etcétera, etcétera. Durante los días que se daban los trabajos se vivían con alegría y la comunidad diferente que formábamos cada año, con los mismos fines y reglamento de convivencia, eran de experiencias asumidas por todos con el mayor entusiasmo y sentido comunitario, sobre todo en momentos de la oración y la Eucaristía. No sucedido en otros lugares, porque sin duda, nuestra actitud fue distinta, las de los compañeros y, el espíritu se manifiesta a través del grupo.
En estos “días santos 2007” Lety y yo elegimos el templo de San Isidro Labrador en Ciudad Guzmán (ahí pertenecemos como fieles) para asistir a los diversos oficios y celebraciones de la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo de acuerdo al ritual romano católico. Es la primera ocasión que he quedado en esta ciudad durante este tiempo tan especial, y vaya, que ya se acumularon 16 las ocasiones que he tenido la oportunidad de conmemorar aquí estos misterios. La elección resultó un acierto, las celebraciones participadas vividas con sentimiento, madurez en las representaciones, las asambleas que se integraban tenían la característica de ser familiares y con estupenda respuesta colectiva, los coros, magníficos y mejor elección de los cantos; todo esto, me permitieron los gratos recuerdos expresados en el primer párrafo y valorar el trabajo comunitario de la parroquia de San Isidro.
Dentro de la austeridad y el recogimiento que pretendió vivirse la fe y sobre todo alimentar la esperanza en Cristo resucitado, hubo claridad en los mensajes de la proclamación de la palabra y conscientes llegábamos a conclusiones llenas de optimismo fundamentadas en el amor que se intuye cuando hay confianza en la inmanencia de lo divino entre lo nuestro porque aunque libres en nuestros actos, por Dios permanecemos en, por y para la vida que nos regala a cada instante, desde nuestra concepción.
Puedo afirmar que si fuesen los eventos la finalidad de estas celebraciones religiosas, mi aceptación es total y con nota laudatoria, pero como son memoriales y semillas para hacerse vida comunitaria día a día, el compromiso crece entre más recibimos y sólo con hechos podremos responder.
Vana sería nuestra fe si el Señor no hubiera resucitado afirma San Pablo, como vana sería para nosotros la resurrección si no la vivimos como sus discípulos o no la llevamos a los demás desde la dimensión de fraternidad.
Vivimos la Semana Santa y con ella el Triduo Pascual entre representaciones, lecturas sagradas, meditaciones, música, cantos y reflexiones que conmemoramos los últimos días y acciones de nuestro redentor: La llegada de Cristo y sus discípulos a Jerusalén para celebrar la pascua judía, el lavatorio de los pies de sus discípulos, la institución de la eucaristía, la oración en el huerto, su aprehensión, el juicio inaudito al que se le sometió, los sufrimientos de su pasión y la muerte fugaz como preludio de la gloriosa resurrección. Siete días transcurridos con el recuento personal de nuestras acciones y las omisiones, pero aún, hay algo más importante el por qué y el para qué, como siete son los medios de salvación dejados para nuestra salvación entre dolores, sangre, sed… Es la muestra de amor más sublime a la humanidad que muchos no creen posible sea realidad.
Sábado 3 de abril. Noche nueva y Santa transcurre y la Vigilia Pascual la vivimos en un ambiente de reflexión, vivimos la experiencia de la Bendición del fuego, con la Liturgia de la Palabra recordamos la historia de la salvación, la Liturgia Bautismal concientiza el deber del cristiano y la Liturgia Eucarística, culmen de la celebración donde el Gloria, muestra la alegría de la Resurrección gozosa de Cristo Jesús. Grandioso como el autor de la vida. Dios lo quiso, Dios lo pudo, Él lo hizo para alabanza suya y salvación nuestra.
Con los ojos brillantes, la respiración alterada, a la invitación del celebrante. “Dense una señal de paz, un abrazo de… “abrimos los brazos y recibimos el saludo pascual, pudimos vernos en los ojos de los cercanos, sentimos que hay un ser humano con su esencia vital, historia y proyectos distintos, pero semejantes a los propios nos impulsan en la fe en una comunidad que no acabamos de construir y sería, es, el Reino del Señor.
Ojalá vayamos de la emoción pascual a la acción vital.
+ LA RESURRECCIÓN
La resurrección siempre ha sido un tema de reflexión entre los mortales y una verdad de fe entre los cristianos, resucitaremos como Cristo Jesús, nuestro redentor.
El domingo de resurrección es singular la alegría que se vive en las comunidades con prácticas religiosas, porque la claridad de los días de primavera se disfruta y la frescura de los aires en los atardeceres y noches; lo verdaderamente impactante está en el aspecto humano, las participación de la misa es la preparación, las lecturas se proclaman como noticia del triunfo de Jesús sobre la muerte, vuelve a la vida ante las medidas de vigilancia
conmemoración mía” Desde entonces se renuevan estos misterios en forma incruenta.
Este recuerdo el Sr. Cura Antonio Villalvazo, lo realizó con el lavado de pies a doce servidores de la Comunidad de San Isidro. Noche del jueves, de intimidad, de ternura, promesa y mandato del testimonio amoroso y divino, la negación humana es perdición, el sacramento de amor, reconciliación y vida.
+ LA CRUZ
“Dulce leño, dulces clavos,
dulce el fruto que nos dio”
Última noche del Hombre/Dios que en la oración del huerto en el Getsemaní cuestiona y confirma la intención de cumplir la voluntad del Padre “Si es posible, que pase de mi este cáliz; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya, Padre” Decidido encuentra a quienes lo van a apresar pidiendo que permitan retirarse a sus discípulos.
Viernes Santo, penoso juicio donde los escribas y fariseos azuzan al pueblo para que Jesús sea condenado a la crucifixión. Revisten de legalidad la pena de muerte para el nazareno. La flaqueza humana en persona de Pedro, mostró inconsistencia “negó ser uno de ellos y no conocerlo” aunque cuando el canto del gallo le hace consciente su cobardía, se retira y el divino preso continuará su viacrucis alejado de los suyos. Los apóstoles.
Al cumplirse la condena de azotes, fue vejado, descarnado, y luego cargó con su cruz ante los impacientes soldados romanos; encontró a su madre y otras piadosas mujeres en el encuentro más penoso para Jesús y María en un diálogo de amor transidos de dolor interno, se fortalecen y se reafirman en la corredención que culminaría horas después con su muerte. El legado en la cruz a Juan “He ahí a tu madre” “He ahí a tu hijo” es flor de aroma de azucenas y nardos en el séptuple canto de Cristo que expira (14)
Para finalizar estos comentarios, quiero expresar un GRACIAS MAYÚSCULO a los diversos grupos parroquiales de San Isidro: Lectores, pastoral juvenil, matrimonios, jóvenes, catequistas, por su testimonio y su trabajo pastoral orquestado por el Sr. Cura Antonio. ¡FELICES PASCUAS! Si están de vacaciones, mejor.
Semana Santa: Alfredo R. Placencia
María Palomar
In memoriam Ernesto Flores
Pésame a la Santísima Virgen
(fragmento)
...Hanse apagado las últimas luces del Viernes Santo, y ha tocado a su término la tragedia.
Las veredas que conducen hacia el Calvario se miran solas; la infernal algazara que atronó los espacios durante el día ha terminado, y los sayones volviéronse a sus casas y están rendidos por la fatiga.
¿Dormirán...? ¡Quién lo sabe...!
Es cosa posible que muchos de ellos se estén agotando en su lecho insomnes, sin poder desasirse al remordimiento que los estruja.
Las cruces están vacías... han sido descendidos de ellas los cuerpos de los ladrones que en ellas fueron ajusticiados en esta tarde...
Y la noche, más que nunca tristísima y solemne, ha caído...
***
Pésame
Deja el Gólgota sangriento,
baja del monte Calvario,
casta flor que azota el viento.
Aunque esté la noche triste
y esté sin velo el Santuario
y haya luto en cuanto existe,
olvida ya ese tormento,
baja del monte Calvario,
casta flor que azota el viento.
*
Ya no te mueras de pena,
ya no te acuerdes ni llores,
santa Virgen nazarena.
Mira: si al morir Jesús
nacimos los pecadores
a la sombra de la cruz,
debes tú, pues eres buena,
ser sufrida en tus dolores,
santa Virgen nazarena.
*
Deja la sangrienta cima,
baja del lóbrego monte,
santa mártir de Solima.
Si tu quebranto persiste,
al quebranto sobreponte
y a sus embates resiste.
Deja a Jesús que redima,
baja del lóbrego monte,
santa mártir de Solima.
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