jueves, 17 de abril de 2014

COLUMNA


Un momento por favor





 
José de Jesús Juárez Martín


Semana Santa



Este es tiempo de perdón de luto, formal y los jóvenes desde luego que lucían los estrenos mientras se visitaban los templos.

El viernes, día de la crucifixión, la matraca con mitigado, apagado sonido, estaba puntual con sus llamados al viacrucis a las 11 horas, a las siete palabras (a la hora nona del día) a las tres de la tarde, momento de la muerte de Cristo, luego las llamadas a los oficios de las 5 de la tarde y a las 8 horas, el rosario de pésame a la Stma. Virgen de la Soledad. La austeridad del templo contrastaba con el día anterior y las grandes cortinas moradas cubrían el altar, las imágenes de santos, crucifijos, sólo María, y Jesús en sus brazos quedaban como iconos del dolor humano y divino en santa comunión. Ella, transida de dolor, él, inerte, con el corazón abierto, ensangrentado su cuerpo y exangües sus venas, las heridas de pies, manos, y pecho, como magnolias en el blanco mármol de su humanidad yaciente.

Recuerdo que a la hora del sermón se apagaba parte de la iluminación del templo y en la penumbra, las centellantes velas con su flamígera luz acompañaban nuestros turbados rezos de despedida. Al salir del templo, el primer plenilunio de la primavera con sus argentinos rayos nos confortaban, porque el orador sagrado nos había impactado con el dolor de pecador descubierto ante el drama del Calvario y el silencio de María.

El sábado, a la hora de misa y al canto del gloria, se abría el velo morado del templo, caía como fruta madura, las campanas sonaban, las esquilas locas de contento y borrachas de vueltas, eran las señales para empezar la quema de los judas. Cada explosión, cada personaje encarnando al Judas histórico, mejor dicho, encarrizándolo, era una carcajada que curaba nuestra alma cargada de cuaresma y de ofensas por parte del quemado Judas y las sinfonolas, los radios, sonaban con la música de moda y al más alto volumen que alcanzaban aquellos aparatos.

Esto sucedió cuando los políticos hacían uso de la macana, cárcel y otros medios punitivos cuando los criticaban, por eso los judas, eran el relajamiento a la norma severa y los policías vigilaban a distancia, en las ciudades se generalizaba el baño colectivo a base de baldazos por las calles. Todo transeúnte, luego descubrir a las imágenes de los santos tan numerosos en nuestros templos. Un paréntesis de buen humor. Las risas y los aplausos, se disfrutaban con sencillez y hasta los mayores se alegraban evidentemente, luego se quemaban, tronando a los judas cercanos por la mañana: los políticos en turno que fallaban en sus deberes ante el juicio sumario de la población, eran los personajes representados que esperaban en “la hilera de los judas”, se amontonaban sobre los lazos o esperaban turno para ser colgados, cada explosión, cada trueno desprendía partes del monigote en turno, y despedazados todos; luego seguía el baño colectivo como en la ciudad de México, a todo transeúnte que pasaba por las calles. En las poblaciones pequeñas, era imposible porque no había anonimato, todos nos conocíamos y bañaríamos al pariente, al amigo, al familiar y el agua la teníamos que acarrear desde pozos, ríos o depósitos, y eso, era mucho trabajo... y pesado…

Era una grave falta de consideración, de cortesía, pero de majaderías intrascendentes, hasta inocentonas, porque los mojados buscaban desquite y se convertía en juego haciendo derroche del cada vez más escaso líquido.

Así que, sábado santo, santo baño: ¡Día de baño anual! Se necesite o no.

Ante los incidentes políticos de protesta y las manifestaciones actuales de protestas en calles y plazas públicas eran simples juegos con lo que purgábamos los actos de autoridad, de impotencia ante medidas administrativas que lesionaban, ante las injusticias, según la óptica de los gobernados, para seguir en la lucha diaria por la vida. El domingo de la Resurrección de Cristo, tenía menos solemnidad que ahora porque el Concilio Vaticano en la década de los sesentas del anterior siglo, corrigió la celebración del sábado de gloria por el domingo. Pero ¿Qué dice usted? Porque modifican disposiciones, pero las costumbres centenarias ¿Cuándo? Sólo tiempo al tiempo.




Algo más que palabras



Hacer memoria del encuentro con Jesús



Víctor Corcoba Herrero



Es hora de dejarse mirar, de observar que el silencio nos habla, que una oración es también una mano tendida al que pide ayuda, de vivir los calvarios compartiendo caricias, de contemplar el madero de la cruz, y de sumergirnos en la soledad elocuente de multitud de caminantes. Nada hay más místico que un corazón liberado del mundanal ruido. Si en verdad queremos reencontrarnos con sentimientos profundos, con lenguajes que nos llenen de luz, no tenemos que tener miedo a despojarnos de hipocresías. Tampoco tengamos recelo en dejarnos sorprender por las novedades, ni avivemos las inseguridades, no perdamos la confianza en el ser humano, e intentemos activar la esperanza en un mundo recuperado. Nunca nos resignemos, todo situación se puede cambiar, es cuestión de querer hacerlo. Aprendamos de la vida, de ese deseo permanente por vivir, a lo mejor descubrimos el deber de hacer algo y despertamos.

Ciertamente, en lugar de vivientes, en ocasiones parecemos gente dormida, adormecida y sin alma. Cuántas veces tenemos necesidad de gritar y no lo hacemos. Por otra parte, sí hiciésemos memoria del encuentro con Jesús, de sus expresiones y vida, seguramente tendríamos otro semblante más auténtico, más del corazón y de la propia existencia. En ocasiones, andamos y apenas apreciamos nuestros exclusivos latidos. Hemos dejado de ser la poesía del alma. Sabemos que no puede faltar el Amor, el que transforma nuestro propio yo, en ninguna procesión que custodie lo que el Creador nos ha entregado y nos sigue transmitiendo a través de su Hijo, pero la realidad es bien distinta. Nos creemos autosuficientes, y despreciamos el mundo y sus valores, y hasta el mismísimo orden sobrenatural. Por desgracia, caminamos en la superficialidad y todo lo orientamos a fines utilitaristas, de placer o poder.

Este hallarse con Jesús nos invita a tomar otras sendas más humildes, como él lo hizo, a donarse y a acompañar, a descender a la miseria humana y así alcanzar otros ascensos de horizontes más genuinos, a ser una persona viva, a la que todo le afecta y con la que se solidariza. El odio no tiene razón de ser en un mundo cautivado por el verdadero amor. Tampoco la venganza cuando el perdón debe procesionar por todas las habitaciones interiores del ser humano. La guerra jamás tiene sentido, si Cristo es nuestra paz. Para qué tantos egoísmos inútiles, tantas violaciones y violencias, o el cultivo de la codicia de quienes buscan ganancias fáciles, si en un abrir de ojos y cerrarlos se nos ha ido la vida. Tenemos que sentir la vida fluir desde dentro. Probablemente actuaríamos de otra manera. Estoy convencido de ello. Hay deberes que vienen del corazón, como ir al auxilio del necesitado y ser su consuelo.

Por consiguiente, hacer memoria de Jesus es vivir más allá de la mera emoción, es aprender a reinventarnos en la generosidad, es salir de uno mismo y verse en los demás. Tenemos que volvernos cercanos unos de otros, el mismo Jesús habla con todos, no tiene hogar porque su hogar es el ser humano, no se queda con nada y habita en medio de todos. ¡Qué pena tantos corazones cerrados! No tiene sentido tanta soberbia si somos nada. Por eso, es bueno ir con Jesús, seguir a Jesús, vivir con Jesús, para saborear la alegría por la creación, el verdadero conocimiento y la auténtica libertad. Y que cada uno de nosotros pueda exclamar: "Ayer, estaba crucificado con Cristo, hoy, soy glorificado con él. Ayer, estaba muerto con él, hoy, estoy vivo con él. Ayer, fui sepultado con él, hoy, he resucitado con él". (Gregorio Nacianceno). Por lo demás, como dijo Santa Teresa de Jesús, de devociones absurdas y santos amargados, líbranos Señor.

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