martes, 29 de abril de 2014

COLUMNAS




Desigualdad ¿quedará todo solo en intenso debate?



 


Óscar Espinoza


Todos los hombres nacen iguales, pero es la última vez que lo son.


Abraham Lincoln



Agradezco de antemano la comprensión de mis lectores por este repentino (y solo temporal) cambio de tema. Con la segunda parte de la columna ¿Yes, we can? prácticamente lista, Oscar, mi hijo ha llamado mi atención acerca de un inquietante debate que yo debo acercar ahora a mis lectores, un movimiento mediático que no puedo dejar pasar, precisamente en el momento en que toma fuerza, para que lo podamos seguir detenidamente. Tiene que ver con un tema que a mi modo de ver, debiera representar nuestra mayor preocupación como sociedad en todo el mundo, pero en especial en este país donde el fenómeno a que dicha discusión se refiere, alcanza niveles alarmantes.

Se trata del incómodo tema de la desigualdad, el cual ya había ocupado el espacio de mi columna el día 28 de febrero con el título "Mientras no avancemos en desigualdad y pobreza..." y respecto al cual refería yo, entre otras cosas, que había ocupado un lugar destacado en los temas a tratarse en el Foro económico mundial de Davos, espacio de discusión en el cual seguramente muy pocas personas hubieran anticipado que se ventilaría un tema como éste. Dicho tema, como debemos recordar, ha dejado los anaqueles académicos, los "papers" y las bibliotecas para dar lugar a movimientos como el Ocuppy Wall Street, "somos el 99%" o en otras latitudes con miles de personas ocupando espacios públicos y presentándose como "Los indignados". Multitudes que por primera vez protestan, en la forma en que lo hacen, no por alguna carencia o reivindicación personal o comunitaria, sino porque el sistema económico simplemente no funciona, porque el capitalismo falló, dicen.

Y eso no es poca cosa y debe llamarnos a reflexionar seriamente y a analizar más a fondo las causas a que se atribuye esta posibilidad de fracaso de un sistema que hoy por hoy rige la vida de la sociedad de buena parte del mundo.

Los comentarios que he recogido en el mencionado debate, algunos de los cuales sintéticamente compartiré con ustedes, provienen de destacados editorialistas de medios de la importancia de El Pais, The New York Times, The Wall Street Journal, The Guardian, The Economist o The New Yorker y han surgido a partir de la publicación del libro El capital en el siglo XXI cuyo autor es Thomas Piketty (ed. Seuil), un destacado economista francés que ha dedicado buena parte de sus investigaciones al tema de la desigualdad (http://www.hup.harvard.edu/catalog.php?isbn=9780674430006)

Un libro en el que el autor pretende dar respuesta a preguntas tales como si si de verdad conocemos la forma en la que, en el largo plazo ha funcionado la acumulación de capital a largo plazo. O si en verdad, como lo anticipaba Carlos Marx, resulta inevitable que la acumulación de capital termine necesariamente en la concentración de éste? O si ciertamente, las fuerzas del crecimiento, el progreso tecnológico y la competencia de verdad han logrado reducir la brecha de la desigualdad? Un libro en el que, después de hacer un exhaustivo análisis de bases de datos correspondientes a tres siglos y más de veinte países, contrariamente a lo que hubiéramos deseado, queda claro que, si bien el apocalipsis marxista no se ha materializado, sí se comprueba que la desigualdad amenaza seriamente a la democracia. Un libro en el que el autor sugiere un cambio radical en la visión fiscal, para gravar de forma mucho más directa y definida al capital.

Para comprender la profundidad e innovación de este libro, recojo las letras de Luis Fernández Galiano, quien las ha escrito en El País: Intentando superar prejuicios ideológicos o especulaciones teóricas, sus series de datos -que en ocasiones se remontan hasta el siglo XVIII- describen un capitalismo esencialmente patrimonial: donde el crecimiento, la competencia y el progreso técnico no provocan espontáneamente la nivelación económica; donde el reparto de la riqueza está basado sobre todo en relaciones políticas de fuerza; y donde la herencia, soporte esencial del privilegio, no está lejos de alcanzar en nuestro tiempo la importancia que tuvo hace dos siglos.

Por su parte, en su artículo titulado The Piketty panic (El pánico Piketty) Paul Krugman, premio Nobel de economía, acepta que Piketty no es el primero en señalar el tema como algo crecientemente preocupante, pero aceptando esto, afirma que el verdadero aporte del libro es que demuele el preciado mito conservador que señala que vivimos en una meritocracia en la que la riqueza se gana y se merece. Y destaca la forma en que el libro pareciera comprobar que estamos caminando a una realidad anterior a la primera guerra mundial, en que la riqueza de explicaba o se debía más a la herencia que al aporte de servicios a la sociedad. Patrimonio que se genera más por los activos que se poseen que por los bienes o servicios que se producen.

Mucho está por verse en este debate, tal como se apreciará en la lectura de los artículos a que se refieren los "links" que consigno al final de esta columna. Mucho análisis veremos, en el que quedará demostrado o refutado lo que Piketty señala. Pero no me queda duda de que lo que se está discutiendo, ahora sí, es la médula del tema. Aquel dicho popular de "Dinero llama dinero" se nos presenta ahora con la interrogante acerca de las formas en que dinero puede y debe llamar dinero, sin dejar de lado a millones de personas, sino al contrario, sumando a las mayorías en el beneficio derivado del crecimiento y la generación de riqueza. Las plazas públicas están de momento desocupadas, pero no dudo que leyendo a Piketty vuelvan a ocuparse.

México es un ejemplo perfecto de una mala distribución de la riqueza y de un sistema fiscal, que, como ya lo analizábamos en mi anterior columna sobre este tema, poco hace por corregir la situación. Por ello urge que tomemos muy en serio el tema y que avancemos en la dirección correcta. No sé si el remedio sea el que plantea Piketty, en cuanto a gravar con un impuesto global a la riqueza, pero sí sé que tenemos prisa en definirlo y para lograr una solución efectiva, estamos obligados todos a esmerarnos en la concepción de propuestas para sumarlas a las que deberán surgir en este debate. Aprovechemos el momento y esta intensa discusión.

No es mi intención evidentemente agotar el análisis sobre el tema, sino, como dije al inicio, traerlo a mis lectores a través de una serie de "links" que llevan a algunos de los más importantes planteamientos que se han hecho.

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