viernes, 1 de agosto de 2014

COLUMNA PRINCIPAL


¿El problema es Mamá Rosa?



Oscar Espinosa


No conozco a Rosa del Carmen Verduzco, mejor conocida como Mamá Rosa, ni su obra social, tan comentada recientemente en los medios. Todo se ha dicho, desde lo más elogioso hasta lo más peyorativo, en relación a lo que pasaba dentro de dicho internado.

También hemos visto escenas estrujantes del lugar o testimonios de supuestas víctimas de aquella obra social. Al mismo tiempo, por otra parte, me llama la atención la defensa que han hecho de Mamá Rosa personajes como Jean Marie Gustave Le Clézio, premio nobel de literatura 2008 (quien afirma que Mamá Rosa es casi una santa) o Jean Meyer o Enrique Krauze, por solo mencionar algunos.

Más allá de que en lo personal no creo que ese tipo de albergues sean la solución de fondo ideal para esa problemática, con tanto ruido, pero con poca información detallada y profesional, me resulta imposible pronunciarme en cuanto a ella como persona. Pero no así en lo que hace a la problemática que pone al descubierto la acción de los gobiernos federal y estatal de Michoacán al "rescatar" a más de 500 personas de todas las edades, las cuales, por lo que se ha visto en las escenas difundidas, vivían en condiciones deplorables. Y me refiero a la problemática de tantas y tantas almas atormentadas -muchas de ellas desde la niñez-, que viven en el más completo abandono, víctimas de la indiferencia, que en todo caso, es peor que cualquiera de las maldades de Mamá Rosa y sus secuaces.

Son muchos los ejemplos que vemos todos los días. Basta ver en los mismos medios de comunicación, el caso de los miles de niños que viajan solitos desde Centroamérica hacia los Estados Unidos, huyendo de la violencia, tras una oportunidad que en su tierra no hallarán jamás. O las madres solteras, muchas de ellas adolescentes o los hijos de las sexoservidoras en la zona de la merced, que en ocasiones tienen con ellas a los pequeños mientras trabajan. O a los cientos de indigentes, sin familia, ni otro destino que vagar por ahí desposeídos. O los pequeños hijos de indígenas Otomíes o Mazahuas que viven por cientos, hacinados en vecindades o terrenos en la misma ciudad que nosotros. Me pregunto ¿Ahí, en esas vidas no hay abusos sexuales, ni violencia, ni comida caduca? ¿Por qué eso no "es nota" de ocho columnas?

Ciertamente hay muchas personas "casi santas" como las define Le Clézio que más que preocuparse por estos temas, se ocupan de ellos, a través de obras sociales de gran mérito y con buenas intenciones, lo cual es encomiable. Pero en ocasiones, no basta solo con las buenas y santas intenciones, para lograr atacar de la mejor manera el problema al que se abocan, ni para evitar desviaciones, como las que probablemente se dieron en La Gran Familia. Deben existir políticas públicas que pongan al alcance de estas buenas conciencias, organización, tecnologías, recursos, estímulos, asesoría y supervisión, entre otras cosas para orientar de mejor manera su acción filantrópica.

Si de operativos de autoridad se trata, el que ahora urge es uno de toma de conciencia, que vaya a la raíz de estas problemáticas, se haga cargo de ellas, y potencie esa gran energía ciudadana en favor de los demás. Ojalá que veamos pronto la misma indignación que hemos observado por el caso de Mamá Rosa, pero ahora por la indiferencia de un estado y una buena parte de la sociedad que nos desentendemos cada día más de los demás.

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