miércoles, 20 de agosto de 2014

COLUMNAS



De Gosling y sus mujeres



María Porcel


“X cierto, q voy a hablar d Gosling porque dicen q Eva Mendes está embrazda”


“Lo habéis perdido xa siempre, darlings”


Y cuando volví a mirar el WhatsApp, se había convertido en un no parar de caer líneas, parecía aquello el marcador del Brasil-Alemania. Los mensajes de las otras ocho componentes del grupo eran pura indignación. Desde un “¿Pero no habían roto?” y “Odio a Eva Mendes” (ambos acompañados de unas cuantas mayúsculas e interrogaciones) hasta varios iconos de caritas tristes, llorosas, enfurecidas y un solitario corazón partío. La goslingmanía ya se había hecho fuerte en el grupo; laevamendesfobia, que muchas creían extinta, resultó haber estado meses latente, y entonces estalló.

Mientras el mundo se cae y las portadas digitales claman por imaginar la cara del futurible y escasamente confirmado bebé Gosling-Mendes (no hay fotos de la supuesta madre desde ¡marzo!, aunque algunos medios ya han creado el rostro que tendrá el neonato con un remix digital de sus papis), los protagonistas son discretos y mis amigas sufren de mal de amores. Todo ellas, claro. No es que yo sea antimainstream, por favor, que vi Titanic tres veces en el cine y llevé a Leonardo DiCaprio en la carpeta casi hasta la universidad. Pero ¿qué tiene Gosling? ¿Unas mechas rubias feotas con demasiada gomina y un ojo un poco para allá? Debo ser casi la única en el mundo y lo asumo, ya que por lo que se ve a mis coleguis y a Eva Mendes, Sandra Bullock, Rachel McAdams (efectivamente, su compañera y más que amiga en El diario de Noa) y unas cuantas más todo eso les ha dado bastante igual.

Más allá de la física, tampoco sus declaraciones son pura química. “He sido programado para pensar como una chica”, relató hace años. ¿Pensar como una chica? ¿Esa respuesta es una técnica para ligar, para conseguir más papeles de galán en taquillazos románticos o para demostrar algo... que se me escapa? Al parecer, creció sin padre, criado por su madre y su hermana. ¿Y? ¿Eso te hace pensar “como una chica”? De hecho, ¿qué es pensar como una chica?

Mal, Ryan, mal empezamos si vas a tener un (o una) little Gosling y aún te crees eso de que los chicos con los chicos quieren jugar. Querido, de verdad que ya no es así. Mira, resulta que hoy en día también hay hombres (que no piensan como chicas porque eso ¡oooh! no existe) que ven tus pelis románticas y lloran con un bote de helado de chocolate en la mano un sábado por la noche, solos o acompañados. Y no pasa nada. Y chicas que salen hasta tarde con minifaldas locas locas y los tacones en la mano en la Gran Vía a las seis de la mañana, y luego se vuelven solas en taxis. Y tampoco pasa nada. ¿Alucinas, eh, Ryan? Querida Eva Mendes, más te vale ir poniéndole las pilas a este muchacho. A este paso, se te desmaya en la sala de partos.

Todo incluido



Ramón Muñoz



El último día les hablé del origen del todo incluido: acabar de una vez por todas con el engorroso gesto de sacar la cartera. Hoy quiero explayarme sobre sus ventajas. Antes, una precisión: el todo incluido debe hacer honor a su nombre y apellido. Nada de sucedáneos. Cuando se dice “todo” se dice “todo”. Rechace las imitaciones. Esas que limitan los horarios de la barra libre o las que niegan el acceso a las bebidas espiritosas, por ejemplo. Una norma infalible para detectar fraudes: cualquier oferta con asteriscos ni se moleste en leerla.

El todo incluido es mucho más que una fórmula para atraer turistas. Es una forma de entender la vida, casi una religión. Los ricos la practican todo el año. ¿Ha visto usted alguna vez sacar la cartera al presidente de un banco o de una gran compañía para pagar algo? El resto de los mortales tenemos que conformarnos con una semanita en verano. Pero merece la pena. Es como acceder al nirvana del consumismo, tras completar las duras etapas que nos impone el calendario laboral a lo largo del año.

En estos falansterios modernos todos tienen derecho a comer hasta reventar. Un consejo imprescindible en el comedor: huya siempre de las mesas ocupadas por niños o viejos. Son igual de acaparadores. Su egoísmo disfrazado de gula les hace apilar sin ton ni son platos y platos en la mesa. Y de tanto viaje con premura dejan todo el piso perdido, como cometas que van dejándose en el camino una estela de restos orgánicos. Al final, el suelo se convierte en una peligrosa pista de patinaje sobre kétchup, salsas varias y tinto de verano.

Los enanos diabólicos se adueñan de los grifos de los refrescos. ¡Cómo no va a haber obesidad infantil si los críos se ponen fluorescentes de tanta Fanta naranja que corre por sus venas! ¡O cómo no van a tener déficit de atención de tanto abrevar Coca-Cola! A los viejos les tiran sobre todo los postres. Le dan a todo: merengue, profiteroles, helado, tortas, tartas, pasteles, hojaldres, natillas, arroz con leche, flanes…Con el colesterol que acumulan en una semana podrían taponar la Cloaca Máxima de Agripa. Para evitarlos, es preferible desayunar temprano y cenar lo más tarde posible. Y sustituir el almuerzo por un tentempié en la piscina.

No perdone la siesta. Está igualmente incluida. No olvide que es un lujo literalmente asiático: los japoneses pagan 30 euros por dormirla en unos incómodos cubículos. Luego, hay que matar el tiempo hasta la cena. Sirve marear en la tableta, atacar el nivel 135 del Candy Crush o un concurso de tiro con arco con otros huéspedes socializables. La noche es el horario estelar y se precisa etiqueta: camisa aloha o ibicenca. Después de la cena temática (el pollo de ayer con distinta salsa) llega el espectáculo. Los clásicos son noche flamenca, malabaristas chinos, remedo de Grease y serpientes constrictoras. Nada que no se pueda digerir con cubatas sin límite aunque sean de segundas marcas hasta alcanzar el nirvana del todo incluido.

Estamos cambiando



Víctor Hugo Prado

Estamos cambiando, sin duda. Se manifiesta en el tránsito de lo sólido a lo líquido. Del papel o lo magnético. ¿Dónde han quedado las estructuras sociales en las que nos insertábamos de forma estable y pensando que sería de por vida? En las que comprendíamos las normas, reglas del juego, espacios y roles? Existen menos, casi nada.
Otra muestra del cambio es que se está suprimiendo la protección pública de los ciudadanos que quedan abandonados a su suerte, protecciones como la salud, la educación, el seguro contra el desempleo, la cultura y el deporte, se restringen. También el poder se aleja de la política para pasar a manos de entidades no democráticas y nada transparentes como los mercados. Las empresas y las organizaciones sobreviven a corto y abandonan visiones y ambiciones a largo plazo, ciñéndose al corto alcance en todos los sentidos.
Estamos migrando a nuevas competencias, nuevas habilidades en los individuos para afrontar cambios rápidos, proyectos abiertos y en continua transformación, velocidad, aceleración… mundo líquido, dijera Guy Claxton. No sólo debemos estar abiertos al aprendizaje constante, sino que ya no aprendemos igual. Hemos nacido aprendices. El aprendizaje como acumulación de experiencia; es decir, como algo que nos acontece, nos pasa y nos transforma. Algo que nos cambia, que modifica nuestra percepción del entorno, de las relaciones y de los sucesos.
Continua diciendo Claxton, que "El mundo está cambiando tan rápidamente que cada vez resulta más difícil saber qué conocimientos y habilidades concretas necesitaremos nosotros, nuestros hijos o nuestros compañeros, ni siquiera en el plazo de diez años. Todos tenemos que estar preparados y dispuestos para todo, así como ser capaces de prosperar en un mundo en el que la tecnología, el universo laboral, la naturaleza del tiempo libre, el estilo de vida y las costumbres familiares están cambiando constantemente. No podemos enseñar lo que no sabemos, pero podemos aprender a prepararnos mejor y también ayudar a otros a hacerlo. El tipo de inteligencia que todos necesitamos ahora incluye saber lo que hacer cuando no sabemos qué hacer: ser capaces de implicarnos en las más complejas incertidumbres sin desconcertarnos. La habilidad vital esencial para el siglo XXI es la capacidad de afrontar dificultades y retos sin precedentes con calma e ingenio. Ser un buen aprendiz de la vida real tiene muy poco que ver con la habilidad intelectual o el hecho de aprobar exámenes. Los buenos aprendices sabrán cómo y cuándo vale la pena ponerse a pensar, canalizar la imaginación, disfrutar un poco de la confusión y dejar que el cerebro tome las riendas”. Esto debe apropiárselo el estudiante de hoy, el universitario, aunque hoy por hoy no le gusten los cursos escolares virtuales, al final de cuentas no es un tema de gustos, es adaptación a una necesidad que no tiene reversa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por tu opinion es muy valorada