miércoles, 6 de agosto de 2014

COLUMNA PRINCIPAL



Seguridad; la estrategia debe revisarse



Jorge O. Navarro


El pasado domingo 3 de agosto fue asesinado el alcalde de Ayutla, Jalisco, Manuel Gómez Torres. Antes de que transcurrieran 24 horas, el fiscal general estatal, Luis Carlos Nájera Gutiérrez de Velasco, atribuyó el delito al cártel Jalisco Nueva Generación.
Así de escuetas las cosas, pareciera que el asunto está resuelto, pero hay muchos, muchos hilos sueltos.
De entrada, no se trata del primer caso. A mediados de julio del año 2006, Raúl Delgado Benavides, presidente municipal de Cuautitlán de García Barragán, fue baleado y muerto cuando se trasladaba en su vehículo. Aunque ambos sucesos no están ligados y ocho años los separan en el tiempo, llama la atención una coincidencia: los dos fallecidos militaban en el Partido Acción Nacional (PAN).
Por otra parte, el pasado 25 de junio había perdido la vida, también balaceado, quien fuera subdirector de la policía de Ayutla, Juan Ramón Ramírez. Es muy probable que las dos muertes sean obra de los mismos asesinos.
¿Cuál es la primera reacción en el ámbito público? El Partido Acción Nacional en Jalisco le exige al gobernador Aristóteles Sandoval Díaz la renuncia del fiscal Carlos Nájera.
Pero implícitamente, con este crimen se tambalea la estrategia de seguridad implementada por el Gobierno estatal, particularmente la operación de la Fuerza Única Regional, presentada apenas el 21 de julio pasado con sus 220 vehículos y mil 400 elementos, todos ellos policías mejor capacitados y dotados con armamento más potente para enfrentar el embate del crimen organizado.
Sería sorprendente que el mandatario de Jalisco prescindiera del trabajo de Carlos Nájera, no sólo porque la muerte del alcalde de Ayutla es un hecho bastante acotado como para echar por tierra la estrategia de seguridad oficial, sino también porque no hay un candidato para sustituir al fiscal general; el puesto se creó específicamente para él y la expectativa de Aristóteles Sandoval es que se ofrezcan resultados a mediano plazo y, con suerte, disminuyan las cifras que alimentan la inseguridad.
El Gobierno estatal, sin embargo, tiene en este paréntesis la oportunidad de ofrecer un discurso más realista a los jaliscienses, porque la Fuerza Única Regional y la Fuerza Única Jalisco (que opera en el Área Metropolitana de Guadalajara) no son capaces, no lo serán nunca, de acabar con la acción de los delincuentes y eliminar los llamados crímenes de alto impacto. Pueden, sí y con ayuda de la población, oponer una barrera a los cárteles y bandas, reducir su margen de maniobra y eventualmente, desmantelarlos uno por uno. Pero eso requiere años, no meses.
Cuando Winston Churchill, el legendario primer ministro británico, asumió el cargo en la Segunda Guerra Mundial, se hizo célebre al reconocer que sólo podía ofrecer “sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor”. Quizá sin saberlo, regaló a las futuras generaciones de políticos un ejemplo duradero: en tiempos difíciles, el ciudadano valora más la honestidad que las promesas inalcanzables.
Que hayan matado a un presidente municipal no es, ni de lejos, el principio del desmoronamiento de Jalisco. Pero sí indica que la estrategia de seguridad del Gobierno estatal tiene límites y necesita el respaldo de las policías municipales y de los ciudadanos en su totalidad.
La estrategia debe revisarse.

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