sábado, 29 de junio de 2013

EDITORIALES








El embudo empresarial


José M. Muriá


Antes quiero rendir tributo a los empresarios jaliscienses que no andan esperando o procurando dádivas gubernamentales en vez de empeñarse en cumplir su obligación social: generar riqueza. De esa lista tomo dos ejemplos: Javier Arroyo, empresario urbano, y César de Anda, en el medio rural. Sorteando tempestades y desplegando las velas no esperan que se les dé para que ganar.

A tres meses de haber tomado posesión el nuevo Gobierno de Jalisco, en las precarias y difíciles condiciones que legó el Gobierno anterior,  que muchos empresarios locales propiciaron, patrocinaron y aprovecharon, ahora resulta ser el culpable de que la economía no mejore.

Por un lado, dicha arremetida en la que coinciden diversos organismos empresariales —excepción hecha de la Cámara Nacional de Comercio de Guadalajara, que se antoja con más pundonor— se produzca cuando el Gobierno deshizo dos soberbios entuertos, sucios hasta la pared de enfrente, perpetrados por prominentes empresarios: el rescate de una playa secuestrada y de un cuarto de milenio de mexicanos que vivían secuestrados en situación de verdadera esclavitud.

Creo que deberíamos recordar la palabra coherencia. Hace años, cuando era hegemónica aquella economía mixta que dio lugar al llamado “milagro mexicano”, el Gobierno en efecto tenía una gran injerencia en el desarrollo económico. Pero de un tiempo acá, el capital privado se ha ido adueñando de toda la actividad económica, aunque no ha sabido evitar que manos extranjeras se apoderen de actividades fundamentales.

Sin la tutela y la protección gubernamental, que estorbaba a las ansias privadas, nuestro empresariado, según palabras de José María Andrés, como presidente de la Canaco, se concentró en los servicios; esto es, privados de iniciativa nos convertimos en servidumbre de los extranjeros y ahora le echamos la culpa al Gobierno de que no fluya el dinero que ellos prefieren invertir fuera.

Piénsese que se está limpiando la casa y reconstruyendo el dilapidador ejercicio que una corrupción nunca vista y de una ineficiencia para Guiness, que nos  dejó prácticamente en la quiebra, además de que, haciendo gala de la mayor falta de dignidad, muchos siguen aferrados hasta con las uñas a los cargos públicos que detentaron durante tantos años y ya los consideran de su propiedad.

De hecho, quienes sustentaron al régimen anterior y se supone que tienen en sus manos el desarrollo económico, ahora esperan que el Gobierno les saque las castañas del fuego, cuando  ya lo han dejado sin recursos para ello.

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