martes, 22 de julio de 2014

COLUMNA PRINCIPAL


Carlos Slim ¿Dinero llama dinero?



Óscar Espinoza


Como resultado de la aplicación de la legislación anti monopolio en los EE.UU, en los albores del siglo XX John Rockefeller fue obligado a disolver la Standard Oil Co., empresa que monopolizaba la distribución de ciertos combustibles. Como resultado de dicha medida, surgieron entonces otras empresas del mismo giro, cuyas acciones fueron entregadas proporcionalmente a los socios de la empresa disuelta y al poco tiempo duplicaron su valor, para disgusto del Presidente Roosevelt (quien promovió estas acciones anti monopólicas) y para beneplácito de la familia Rockefeller.

No sé si Carlos Slim Helú, al tomar la decisión de vender parte de su imperio de telecomunicaciones, para no ser considerado un actor preponderante por la legislación mexicana, tomó en cuenta la historia referida, pero no me sorprendería que el resultado final de la estrategia adoptada sea muy benéfico para él y su fortuna. Por lo pronto, de inmediato las acciones subieron de precio en la Bolsa de Valores.

En temprana etapa de mi carrera profesional, operaba yo en el piso de remates de la Bolsa Mexicana de Valores en la calle de Uruguay, primero como auxiliar y después como operador de piso. Ahí, mucho tiempo antes de que adquiriera Teléfonos de México, por cerca de tres años tuve la oportunidad de convivir casi a diario con Carlos Slim Helú, quien ocupaba la caseta que se ubicaba exactamente al lado de la de nuestra Casa de Bolsa. Durante ese tiempo, día tras día, sin dejar de sorprenderme, fui descubriendo la sagacidad, el olfato y la visión de un hombre de negocios que, al paso de los años se convertiría en quien se dice que es el hombre más rico del mundo.

Con pocos aspavientos y normalmente tomando en cuenta pequeñas notas que hacía en un listado de emisoras, compraba y vendía acciones con los demás agentes de bolsa y recuerdo especialmente cuánto llamaba mi atención el hecho de que el Ing. Slim, en muchas ocasiones compraba cuando todos vendían y vendía cuando todos compraban, yendo a contracorriente y aprovechando precios bajos en momentos en que las acciones estaban "ofrecidas" y altos cuando estaban "pedidas" términos con los que se nombra a estas situaciones en el argot bursátil. Finalmente, para envidia de muchos, salía ganando.

Y recuerdo también, a manera de ejemplo, aquella ocasión en que me explicó las razones a que obedecía el hecho de que poco a poco, sin prisas, se iba haciendo de las acciones que nadie quería, de la empresa Loreto y Peña Pobre, prácticamente quebrada. Me mostró un papel en donde aparecían manuscritos algunos cálculos de lo que costaría hacerse de las acciones de la empresa, valor muy inferior al de la suma de los inmuebles que la empresa tenía, en donde, años después, desarrolló proyectos inmobiliarios exitosísimos. No sé qué hubiera pasado con la telefónica estatal si la hubiera ganado en la licitación alguno otro de los grupos participantes, pero sí creo que las ventajas adquiridas en la privatización fueron muy bien aprovechadas por Slim para incrementar considerablemente su patrimonio y también creo que esas ventajas debían de terminar algún día para bien de la industria de las telecomunicaciones, lo cual finalmente sucedió. Sin embargo, creo que la historia de lo que pasará en ese sector apenas empieza a escribirse con acciones y estrategias sorpresivas como la seguida por el Ingeniero Slim. Ya veremos, creo que estaremos muy entretenidos.

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