miércoles, 23 de julio de 2014

COLUMNAS


Letra Sur



Ishel Eréndira Macedo Torrez



Álvaro Mutis


Nace en Bogotá, Colombia, el 25 de agosto de 1923. A los dos años de edad se traslada con su familia a Bélgica (viniendo a América sólo en temporadas vacacionales) donde se queda hasta los nueve años pues, a causa de la repentina muerte de su padre su madre decide regresar a Colombia.

Dejar Bruselas, junto con la pérdida de su padre, fue una pena para Álvaro pues allá había vivido los más bellos recuerdos con su padre; mientras que Bélgica era su mundo, su vida, Colombia era sólo un lugar para vacacionar al cual siempre podía regresar.

Logró obtener el diploma de bachiller matriculándose en el colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario donde le impartió clases de Literatura española el poeta colombiano Eduardo Carranza. Álvaro cuenta que las clases de Carranza fueron para él «una inolvidable y fervorosa iniciación a la poesía». En 1941 se casó con Mireya Durán Solano, con quien tuvo tres hijos.

En 1942 comenzó a trabajar como periodista en la emisora de radio Nuevo Mundo. En 1948 fue relacionista de la empresa Esso, Estándar Oil, Panamerican, y Columbia Pictures; mientras tanto publicaba su primer volumen de poesía. En 1953 publica Los elementos del desastre, un poemario donde aparece por primera vez su famoso personaje Maqroll el Gaviero, uno de los grandes hitos de la literatura en lengua española de este siglo.

Debido al mal manejo del dinero de la empresa Esso, el cual era destinado a instituciones de caridad, Mutis tuvo que trasladarse de urgencia a México donde hizo amistad con Luis Buñuel, Octavio Paz, Carlos Fuentes, entre otros. Memoria de los hospitales de ultramar lo publicó en 1959. Hacia 1960 comienza a operarse en él un viraje desde la poesía hacia la prosa. Debido a su estancia de 15 meses en la cárcel de Lecumberri publica el Diario de Lecumberri en 1960 y Los trabajos perdidos en1961. En 1963 contrae matrimonio nuevamente,

En 1973 publica su novela La mansión de Araucaíma y presenta en España su poesía Summa de Maqroll el gaviero. Al año siguiente obtiene el Premio Nacional de Letras de Colombia, que supone el primer reconocimiento importante a su obra. En años posteriores continúa compaginando la literatura y el periodismo, iniciando Bitácora del reaccionario, su columna semanal, y colaborando en revistas dirigidas por Octavio Paz. Se adentra en el mundo de la novela en 1978 pero es reconocido hasta 1986 con la publicación de la primera novela de su personaje Maqroll el Gaviero. Durante 1988 se dedica a leer y escribir ya que había cumplido la edad para el retiro. Mientras, en España se publica su novela Ilona llega con la lluvia. En 1989 recibe el Premio Xavier Villaurrutia y es condecorado con el Orden del Águila Azteca. En 1990 Amirbar es editada en España y Colombia. Italia le otorga el premio Nonino al mejor libro extranjero publicado en ese país. En ese mismo año termina la novela Abdul Bashur, soñador de navíos, que se publica el año siguiente. En 1993 la editorial Siruela publica en dos volúmenes y bajo el título Empresas y tribulaciones de Maqroll el Gaviero las novelas de Maqroll el Gaviero, incluyendo el hasta entonces inédito Tríptico de mar y tierra. En 1996 la editorial Alfaguara reedita Empresas y tribulaciones de Maqroll el Gaviero en un solo volumen. En 2001 recibe el Premio Cervantes, el galardón más importante de las letras hispanas. Muere el 22 de septiembre del año 2013 en la Ciudad de México a los 90 años de edad a causa de una enfermedad respiratoria.

¿Dónde están sus padres?



Enrique Acevedo


Para miles de niños centroamericanos, la única esperanza de un mejor futuro se encuentra a más de mil 600 kilómetros al norte, en los Estados Unidos. Durante años han desafiado la corrupción, el crimen y los peligros que plagan cada tramo del recorrido hasta la frontera pero, nunca en las cantidades que vemos actualmente.

Las señales de alarma fueron ignoradas hasta que la realidad desbordó a las autoridades. Desde 2007 el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), advirtió sobre el incremento en los índices de violencia y el desplazamiento de poblaciones enteras en países como Honduras, El Salvador y Guatemala. Las bandas criminales diversificaron sus negocios, incrementaron sus ganancias y tomaron el control de los territorios desde donde intentan escapar estos pequeños refugiados.

Si la violencia, en todas sus expresiones empuja a los menores desde el sur, la promesa de reunirse con el papá o la mamá que apenas conocen por fotografías, los llama hacia el norte. Con los ataques del 11 de Septiembre, más de 12 millones de indocumentados que viven y trabajan en Estados Unidos, quedaron atrapados. Si salen, es casi imposible regresar. Adentro, mantienen los jardines, las cocinas y los campos de una sociedad que los utiliza pero, rechaza su presencia. Todo bajo la constante amenaza de ser deportados, destino que han encontrado más de 2 millones de personas durante la administración del Presidente Obama.

Nadie sabe con exactitud cuántos niños salen desde Centroamérica porque muchos mueren en el intento por alcanzar la frontera o terminan reclutados por el crimen organizado pero, el gobierno estadounidense calcula que para finales de este año, hasta 90 mil menores de edad ingresarán a territorio americano sin la compañía o la protección de un adulto.

Este éxodo infantil representa uno de los capítulos más obscuros en la historia de una región que ha visto su buena cuota de tragedias. Los gobiernos centroamericanos son incapaces de generar condiciones mínimas de bienestar para los más necesitados. México expulsa y explota a los migrantes, mientras el encono político en Estados Unidos, enreda hasta la operación humanitaria en la frontera.

Los jóvenes que se entregan a las autoridades migratorias, pasan días hacinados, durmiendo en el piso helado, sin la posibilidad de limpiarse el sudor del trayecto, bajo la custodia de agentes armados. Ahí permanecerán hasta reunirse con sus familiares como ocurre en la mayoría de los casos o hasta ser entregados a casas hogar mientras se resuelve su situación jurídica. Ante la falta de ayuda oficial, las familias que llegan con niños a la frontera, terminan en refugios montados por grupos religiosos o en las estaciones de autobús, dibujando una postal inesperada para un país construido por inmigrantes.

Ni la Casa Blanca, ni los republicanos quieren aceptarlo pero, la realidad es que la mayoría se quedará en los Estados Unidos, aprovechando los vacíos legales de un sistema migratorio caduco, que el congreso ha sido incapaz de actualizar.

La crisis humanitaria no empieza y desafortunadamente, no terminará con los niños de la frontera. Su presencia simplemente hace visible una situación que lleva años cocinándose a fuego lento, llenando de billetes las bolsas de delincuentes, autoridades y empresarios de uno y otro lado de la frontera.

Todos se enriquecen en la ruta del migrante menos quienes la recorren. Primero los criminales a cargo de una sofisticada operación que les permite ofrecer paquetes de tránsito que van desde el modesto paso a pie, hasta la renta de lugares en aviones privados. Las autoridades que toleran la existencia de estas redes criminales siempre y cuando reciban parte de las ganancias y finalmente, los contratistas privados en Estados Unidos que reciben millones para asegurar una frontera militarizada y albergar, en condiciones oprobiosas, a cientos de miles de inmigrantes criminalizados por el sistema que mantiene su cabildeo en Washington.

Dónde están sus padres, nos preguntamos todos. Están aquí, atrapados entre la necesidad y la angustia de no contar con otra opción más que arriesgar la vida de sus hijos para salvarla.

¿Cuántos ojos tiene un erizo de mar?



Javier Sampedro


Para leer este artículo, lo ideal sería que acabara usted de pisar un erizo de mar. Les pasa a algunos turistas en la playa, no se irrite, es una parte ordinaria de nuestra interacción con la naturaleza. Yo pisé uno cuando era pequeño y desde entonces mantengo una indiferente animadversión a esa criatura redonda y espinosa, a esa maldita bola de clavos que no sabe hacer nada en este mundo más que causar dolor y penalidad a los incautos, a ese proyecto vital basado en espantar a los hambrientos. ¿Acaso no se dejan comer las gambas, los bígaros y las ortiguillas sin armar ese pollo de pinchos y desconsuelos, todo ese dolor inútil y contrario a la diversidad alimentaria? ¡Anda y que se vaya el erizo a pinchar a su madre naturaleza! Y que bajen el precio de sus huevas, que la lata cuesta una pasta y solo la venden en las delicatessen.

Qué osada es la ignorancia, sin embargo. Ahora sé que aquel pisotón debió dolerle al erizo tanto como a mí. Quizá no en un sentido físico, pero sí moral, si me permiten emplear ese correoso concepto para un erizo de mar. Ustedes, los que siguen pisando a los erizos de mar sin preocuparse más que de lo que le duele su pie, deberían saber unas cuantas cosas.

Mientras que los humanos, por ejemplo, solo mantenemos viva una especie —la nuestra—, las especies de erizos se cuentan por centenares. Por nueve centenares, para ser exactos, pues hay 950 especies distintas de erizos en el mundo de ahí fuera, muchas de ellas amargando la vida de los turistas, esos recién llegados al planeta Tierra que insisten en pisarlos una temporada veraniega tras otra. Al igual que las estrellas de mar, y a diferencia de cualquier otro animal, organizan su cuerpo bajo la ley geométrica del pentágono: los lectores que hayan visitado el carnaval de Cádiz pueden haber reparado en esas cinco bandas de poros, o respiradores, que corren del polo norte al sur del erizo, o de la boca al ano, como dicen los zoólogos con menos tacto que un sarmiento. Cada poro no corresponde a una espina, sino a un pie,una prolongación blanda y sinuosa que aparece junto a cada espina; como no pincha, poca gente se había sentido atraída por ella.

¿Cuántos ojos tiene un erizo de mar? Ninguno, les dirán la observación, el sentido común y 200 años de zoología descriptiva. Dos ojos, les dirá el antropomorfismo. Siete ojos, les dirá su mitad oscura y rompedora, como si la respuesta más rara tuviera que ser la correcta por algún algoritmo cabalístico. Pues nada de eso.

Hay un gen llamado Pax6 que significa “ojos”. Créanme: lo hay. Y el erizo de mar lleva el gen, como lleva también las otras docenas de genes que están a las órdenes de Pax6 y se ocupan del trabajo sucio que implica hacer un ojo, entre ellas los receptores lumínicos y las proteínas que los conectan a los nervios.

¿Y saben cuántos ojos tiene un erizo de mar? Tantos como espinas: uno en la punta de cada pie. Mire donde pisa.

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