lunes, 21 de julio de 2014

COLUMNAS


CADA LUNES DESDE ALGÚN LUGAR DE JALISCO


MAMÁ ROSA


Fernando F. Velasco Villa SDG

Primero recibimos la noticia de que, de acuerdo al Procurador General de la República Jesús Murillo Karam, la policía atendiendo la denuncia de cinco personas que aseguraban que sus hijos habían sido retenidos por la fuerza, intervino un albergue en Zamora Michoacán, en el que los niños eran víctimas de abuso sexual, vejaciones y recibían comida echada a perder. La principal culpable Rosa del Carmen Verduzco Verduzco, detenida junto con ocho personas que trabajaban para ella, según declaró Tomás Zerón de Lucio, Director de la Agencia de Investigación Criminal de la Procuraduría General de la República, fue condenada ante la opinión pública y la imagen de esa “cruel mujer”, dio la vuelta al mundo, publicándose incluso en un Diario de China.

Después, nos enteramos que la supuesta criminal, conocida como “Mamá Rosa” era una anciana de 79 años –u 82 según otras versiones-, que tenía 60 años recogiendo niños abandonados; empezamos a escuchar voces defendiéndola de personajes como el escritor Enrique Krause y el expresidente Vicente Fox –quien dijo conocerla desde hacía 40 años y que muchachos de la calle, estudiaban en la Universidad de Guanajuato gracias a su labor-; mientras un médico aseguraba que todos los niños estaban asegurados en el IMSS -Instituto Mexicano del Seguro Social- y que no había ninguno maltratado; y más de doscientas personas, se manifestaron en Zamora, con letreros de “Yo también soy hijo de Mamá Rosa”.

En el Albergue “La Gran Familia”, dirigida y fundada por ella, vivían 458 menores incluyendo seis bebés –algunos de los infantes, provenientes de Jalisco- y 138 adultos, varios enviados de centros de detención; de los diferentes DIF de Michoacán, les mandaban niños para que vivieran y comieran ahí; niños explotados y maltratados en sus casas, habían sido recibidos por Rosa Verduzco y para que los papás no los dañaran más, les hacía firmar un documento en el que autorizaban que los registrara a su nombre; y si bien hace décadas podía hacerse cargo de todos sus huéspedes, ahora a su avanzada edad y en cama, lógicamente no podía estar al pendiente de la limpieza de las instalaciones que ocupan toda una manzana, ni de la calidad de la alimentación que recibían más de 500 personas; pero, ¿por qué su albergue no recibía visitas ni inspecciones, ni de autoridades municipales, ni estatales, ni federales, ni de Protección Civil, ni de la Secretaría de Salud?.



El gobernador de Michoacán Salvador Jara, dijo estar consternado porque la denuncia de los cinco niños “retenidos”, tenía más de un año de haberse interpuesto; después de tanto tiempo ¿por qué se movilizó a más de cien policías embozados, acompañados de miembros del ejército, para detener a esa anciana?, que tenía fotos con alcaldes, gobernadores y dos expresidentes panistas; y que había recibido apoyos y reconocimientos de múltiples organizaciones nacionales e internacionales; ¿por qué no se le citó primero y se le dio oportunidad de defenderse?

Claro que las autoridades, que después del lujo de violencia con la que la detuvieron y de haberla difamado y condenado, ya se dieron cuenta de la gran labor que llevó a cabo, dicen ahora que no hay Orden de Aprehensión contra ella.

La mayoría de las OSC’s –Organizaciones de la Sociedad Civil-, llevan a cabo importantes labores en asilos, orfanatos, albergues, centros de terapias, escuelas, etc., atendiendo a niños, ancianos, personas con discapacidad y/o discriminadas y/o excluidas, a los que en principio, el gobierno es el que tendría la obligación de atender; pero en lugar de valorar las y auxiliarlas en esa loable labor, algunas veces la sataniza como sucedió con Mamá Rosa, o la obstaculiza, como pasó con la Reforma Fiscal que entró en vigor este año, que limitó los donativos que pueden recibir.

Hasta la próxima semana. 
ferfvelv@prodigy.net.mx

"Mamá Rosa" no es un pan


Jorge Zepeda Patterson

Mamá Rosa nunca fue un pan de dios. Es una mujer corpulenta, de maneras intimidantes, al menos cuando gozaba de mejor salud. Se desplazaba por Zamora, Michoacán, sabiéndose una Verduzco, familia de hacendados legendaria por su influencia en la región. Y en efecto, había algo prepotente en la forma en que Mamá Rosa operaba su albergue La Gran Familia: imponía su causa a favor de los niños de la calle a trancas y barrancas, al margen de lo que opinara las regulaciones municipales o el DIF local. Al margen también de lo que quisieran los niños o las madres que en algún momento los habían dado en adopción.

La conocí en los años ochentas cuando residí en Zamora como profesor del Colegio de Michoacán. Recuerdo la manera en que entraba a algún comercio con media docena de “sus hijos”, tomaba alguna mercancía y salía con un simple “apúntamelo” que el compungido comerciante debía interpretar como una donación.

En más de una ocasión observé a zamoranos de clase media cambiar de acera para evitar el saludo imperioso de la matrona: “hola Marianita, hace mucho que no cooperas, ¿traerás algún dinerito para mis niños?”

Era un personaje anecdótico que inspiraba un poco de temor pero también de admiración. En todo caso nadie podía llamarse a engaño. Era lo que se veía. Una mujer que había renunciado a su condición social para vivir entre cientos de niños con todos los apuros y dificultades que supone la asistencia social en nuestro país. Conseguía los recursos como podía y desarrolló un manual de operaciones al interior del albergue mucho antes de que se pusieran de modo psicólogas o trabajadoras sociales. Esquemas disciplinarios que hoy pecan de autoritarios, liderazgos verticales a partir de su fuerte personalidad. Con todo, era una institución que funcionaba y ofrecía a los huérfanos reales o de facto alternativas mucho más prometedoras de las que acechaban en la calle.

De esa época recuerdo incidentes aislados. Alguna madre arrepentida a la que Rosa Verduzco le cerraba la puerta en las narices. Algún caso de pandilleros al que respondió con un séquito de judiciales que ella manejó como a empleados. Autoridades locales y estatales solían plegarse a sus deseos en parte por la fuerza de su personalidad, en parte por el apoyo del PAN cuando se hizo gobierno. Marta Sahagún, originaria de Zamora, la hizo poco menos que heroína de bronce.

Y sin embargo había un consenso en la comunidad sobre el enorme vacío que llenaba Mamá Rosa, en especial en una región de arraigos católicos y antecedentes cristeros, desconfiada de la intervención del Estado. La Gran Familia era la versión civil, con sus virtudes y defectos, que la élite zamorana edificó para subsanar un problema social. El auge del cultivo de fresas de exportación generó oleadas de trabajadores temporales, particularmente mujeres en los años 70 y 80. El correlato humano fueron cientos si no es que miles de niños abandonados. Por otro lado, el conservadurismo del Bajío zamorano, hostil al aborto y desafecto de cualquier medida anticonceptiva debió propiciar una buena cantidad de niños no deseados entre las familias locales (desde hace décadas el seminario zamorano fue el principal semillero de clérigos en el país). Lo cierto es que Mamá Rosa, con su muy peculiar estilo, dedicó la vida a miles de infantes que educó como sus hijos.

No creo que sean inventadas las evidencias publicadas en la prensa sobre abusos sexuales, explotación de menores y castigos corporales inhumanos. Pero tampoco me parece que fueran delitos “institucionales” durante la extensa vida de la Gran Familia. Tengo la impresión de que la edad, la fatiga y las enfermedades fueron debilitando el puño arbitrario y severo pero eficaz y justiciero con el que Rosa Verduzco conducía el albergue.

Supongo que ante el repliegue de su liderazgo, algunos cuadros intermedios distorsionaron la arbitrariedad y abusaron del poder para dar salida a todos los excesos que puede producir una institución vertical basada en el poder personal.

Frente a las evidencias exhibidas es obvio que la autoridad debía intervenir. Pero habría sido deseable menos militares en el operativo y más investigación previa. La ostentosa aprehensión de Rosa Verduzco era innecesaria. Todo indica que a varios de sus subordinados se les fincarán responsabilidades y ella quedará libre de toda acción penal. Ojalá sea así. Mamá Rosa nunca fue un pan de dios, pero fue el único pan que miles de niños recibieron de los demás a lo largo de su vida.

@jorgezepedap www.jorgezepeda.net

Economista

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por tu opinion es muy valorada