sábado, 5 de enero de 2013

CULTURA






Guillermo Jiménez, una asignatura pendiente


Alfredo Hermosillo

Quiero agradecer el trabajo realizado por Milton Iván Peralta y Ricardo Sigala, quienes supieron conjuntar esfuerzos para poner nuevamente en circulación una obra que ha sido injustamente olvidada fuera de la ciudad natal de Guillermo Jiménez. Queda pendiente, para futuras investigaciones, dilucidar las razones del olvido de un escritor que publicó en México, Francia y España, y se codeaba con los grandes de su época, como Alfonso Reyes, Alejo Carpentier, Pablo Neruda, Julio Torri, Xavier Villaurrutia, Carlos Pellicer, Elías Nandino, Salvador Novo y Alejo Carpentier, por citar algunos ejemplos.


Y es que, por ejemplo, hacen  falta estudios críticos que ahonden en el estilo de Jiménez, que sepan ubicarlo en la línea literaria a la que pertenece en el contexto de las letras hispanoamericanas. Habría que responder con profundidad algunas preguntas esenciales, por ejemplo, ¿qué lugar ocupa en el modernismo mexicano? ¿Cómo logra el equilibrio entre  el contenido y la forma, entre la emoción y estilo? ¿Cuáles son las características de su prosa, que se ha considerado refinada, exquisita, vertiginosa y enérgica? Cabe preguntarse, también, por la estructura de su obra, su poética, sus principales temáticas y sus obsesiones y filias literarias.

Un tema interesante para el análisis es el del papel que desempeñan las mujeres en la narrativa de Guillermo Jiménez: “en toda su obra hay un perfume de mujer; como esa estela de aromas que dejan las mujeres cuando se escapan por una puerta solida”; escribió Jiménez en su ensayo sobre Balzac; y lo mismo puede decirse de su propia obra. Por la narrativa de Jiménez, muy especialmente en Almas InquietasDel pasadoLa de los ojos oblicuosLa Canción de la lluvia,Constanza Zapotlán, deambulan personajes femeninos imprudentes, idealizados, virtuosos, caídos, insatisfechos, luchadores, enfermos (recuerdan a los personajes de Dostoievski) y, claro está, maternales. Cabe destacar que en la obra de Jiménez las relaciones amorosas nunca terminan bien, pues  “en el fondo del amor hay algo fatal e inevitable”.

Por último, quiero destacar otro tema que puede ser explorado, el de la continuidad que existe entre La hija del bandido de Refugio Barragán de Toscano,  Zapotlán, el poema sinfónico de José Rolón, el  Zapotlán de Jiménez y La Feria de Juan José Arreola.  Además de los evidentes paralelismos (la ciudad natal y el género de narrativa breve), existe una clara afinidad en la búsqueda expresiva de los dos más destacados escritores de Ciudad Guzmán, en su penetrante capacidad de observación, y en su ironía.


Parabellum 1908 


Salvador Manzano Anaya                                                           
“En combate cercano, la victoria es del que
 tiene una bala más en el cargador.”

Erwin Rommel-Mariscal de Campo alemán, mejor conocido como: el Zorro del Desierto.
 

   









En un búnker, poco tiempo después de la Segunda Guerra Mundial…

—Y bien, soldado, créame que no basta levantar la pistola, colocar el objetivo en la mira y apretar el gatillo- me dijo el comandante, esa tarde que me instruía para la cual sería mi más infame misión.

— ¡Es la fría y compulsiva voluntad ¡ —insistía con exagerado énfasis el comandante-, la determinación inquebrantable para elegir el destino de ese fugaz punto final para alguna vida, una bala soldado; en el corazón pudiera ser, metaforicemos un final amoroso, o digamos en la cabeza algo intelectual, o espiritualmente entre sus ojos , en la nuca por aquello de la humildad o en la entrañas arriesgando a dejarlo vivo, algo visceral diríamos —lo que no le aconsejo soldado- ahí radica el trabajo preciso de un gatillero;  pero sobre todo, no hay que olvidar cual es la verdadera misión que le fue asignada. Casi en el delirio, inmerso en una extrema exaltación, divagaba sobre la débil línea que existe entre la ética militar, la necesidad de usar un arma de fuego para sobrevivir o cumplimiento del deber; sin embrago más se inclinaba, y casi enfermizamente a justificar la muerte misma por honor.

—Para lograr esa sangre fría, primeramente hay que tener disciplina—continuaba con su discurso- ¿sabe exactamente lo que es la disciplina soldado? ¡Autodisciplina¡ en el sentido de "hacerse discípulo de uno mismo", es decir, responder con fina actitud y en conducta a comprensiones e ideales más altos. La acción inquebrantable de cumplir una orden sin  preámbulos mentales, ni prejuicios; pero volviendo al tema que nos ocupa, tenga la seguridad de que si su arma va a rugir con una bala, no es más que para matar, invariablemente para eso fue concebida, con el objeto de parir la muerte soldado; se ha querido justificar la misión de pistola con deportes de precisión, tiro, la caza, etcétera; pero no se confunda, en definitiva estamos hablando de un instrumento letal, la presencia del arma de fuego en manos del hombre le infiere un poder quimérico, le inyecta ingenuamente un valor efímero y una valentía que se esfuma como por arte de magia al retirar el arma de su mano.

—No olvide soldado, el arma de fuego nos transforma a todos los militares en ángeles de la muerte, por eso tenemos que hacernos de esa disciplina y autocontrol, para que nuestra conciencia pueda dominar los demonios que deambulan en cada uno de nosotros, para que no cometamos errores y cumplamos sin miramiento alguno las ordenes que nos sean dadas, por deber, por el bien de la patria o simplemente por honor.

 — ¿Está claro soldado?-

Difícilmente me atreví a hablar y más a contravenir las palabras de mi comandante, solo escuchaba y tal vez afirmaba—casi involuntariamente con la cabeza, o con algún gesto-, a menos que me preguntara algo con el énfasis propio de la milicia, profería a un fuerte y preciso: “!entendido mi comandante¡” , seguido del saludo protocolario, la rigidez y el golpeteo de los tacones de mis botas.

El comandante, invadido de una seriedad inquebrantable se dirigió a su armario, lo abrió lentamente y tomó una caja de maderas finas, lo miraba con detenimiento inmerso en un mundo de pensamientos que no pude adivinar, pasaba suavemente la palma de su mano sobre la caja, percibí una lejana tristeza en sus ojos que era superada por el orgullo propio; abriendo el estuche, extrajo una pistola impecablemente pulida, de color plomo oscuro con una cacha roja coronada con una pequeña suástica de oro en el centro; levantó la cabeza, me miró y acercándose con una extraña expresión de gozo, me dijo:

—Soldado, esta es la legendaria pistola alemana Parabellum 1908, popularmente conocida como “Luger P08”, es una pistola semiautomática que funciona por retroceso, por desgracia se descontinuó y usted no la llegó a utilizar cuando era preciso. Fue diseñada y patentada por Georg Luger en 1898 y la produjo la famosa fábrica de armas Deutsche Waffen und Munitionsfabriken en el año 1900. Acompañó a todos los soldados del ejército nazi y la marina imperial alemana durante la Primera y la Segunda Guerra Mundial para después desaparecer ocupando su lugar otras armas más revolucionadas; pero la Luger, soldado, representa la gloria de nuestra lucha, de nuestro gran Partido Nacionalista, de aquellos grandes ideales que estuvieron a punto de convertir a nuestra patria en la dueña del mundo.

—La miró de nuevo por un momento, la acarició como si fuese un juguete a estrenar, y me dijo: tenga, esta será su herramienta para la misión que le he conferido, no hay manera más honrosa y patriótica que usando esta joya de la guerra para ello soldado…

El comandante puso el arma en mis manos, me dio una fraternal palmada en el hombro y se inclinó frente a mí… con la cabeza baja.

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