viernes, 20 de septiembre de 2013

EDITORIALES











¿Los agarró de puente?



Carlos Loret de Mola



He visto pilotos de helicóptero recostarse un instante sobre el timón de sus naves, exhaustos. He visto rescatistas tomar una siesta a pesar del ruido inmisericorde de las hélices que los trasladan a una ranchería incomunicada.

He visto hombres con chalecos fosforescentes que se adhieren a su piel porque no se han bañado desde que hace varios días empezaron a coordinar la distribución de comida que aterriza a Acapulco. He visto mujeres que se desviven por instalar albergues.

He visto cómo estos elementos de Marina, Defensa, Policía Federal, gobierno estatal hacen esfuerzos casi sobrehumanos... pero no bastan. Se diluyen ante las dimensiones del desastre. “Esto es mucho más grande de lo que previmos”, me confiesa un funcionario federal a condición de guardar el anonimato.

Las víctimas están desesperadas, se aglutinan por miles en las calles, en los albergues, el aeropuerto, en la base aérea militar, a las orillas de las colonias inundadas.

Tienen hambre. Tienen sed. Quieren salir de Acapulco o volver a sus casas aunque tengan medio metro de agua porque ya supieron de la rapiña. Se hartan de las filas que prometen vuelos que no son suficientes para sacarlos a todos en un día. Se quejan de las colas para comprar alimentos en supermercados con anaqueles vacíos. Muchas zonas afectadas no han sido alcanzadas por el brazo de la autoridad.

Los meteoros Ingrid y Manuel atacaron con sus lluvias desde el jueves y los pobladores, acostumbrados en esta región del país a seguir con rigor los planes de la laureada protección civil mexicana, se quejan de que esta vez nadie les avisó de lo que venía.

La emergencia nacional ha rebasado a las autoridades. Llegaron tarde y con menos de lo necesario. Quizá porque estaban concentrados en el desalojo de manifestantes del Zócalo, preocupados por si “El Grito” se podía dar desde Palacio Nacional, por la organización de los desfiles de Independencia que significó el traslado y uso de personal y equipo el lunes por la mañana, quizá porque el “puente” hace que todo mundo baje la guardia.

Los elementos desplazados para la atención de la emergencia requieren más compañeros e infraestructura (vehículos, naves, provisiones) que los respalde en sus tareas.

Los gobiernos están a tiempo de volcarse en apoyos antes de que reinen el desabasto de mercancías, los saqueos de comercios, los abusos en los precios y las enfermedades derivadas del agua que está por cumplir una semana asentada.

Tal escenario profundizaría las consecuencias trágicas del evento y generaría un reclamo todavía más encendido de una población que se siente desatendida, que atestigua que todo marcha lento.


SACIAMORBOS

Desde una señora proveniente de una zona marginada que se acercó para pedirme si le ayudaba a conseguir leche para sus hijos que no habían comido nada, hasta un señor que me solicitó gestionar el permiso para que su avión privado pudiera ya despegar del aeropuerto donde está estacionado con una veintena más.










Hace Enrique Alfaro escandalosa incorporación de Héctor Álvarez a MC; de traidor no lo bajan



Iván García Medina


El PRI y el PAN en Jalisco están bien apanicados. Ayer miércoles 18 de septiembre bastó un tuit del excandidato a gobernador de Jalisco, Enrique Alfaro, acerca de la sumatoria que hizo a Movimiento Ciudadano –a su proyecto pues-, del ex presidente municipal de Zapotlanejo, ex diputado local y ex coordinador de campaña de Fernando Guzmán Pérez, para que lloviera lodo sobre el propio Alfaro y no se diga sobre Álvarez.

La Ciencia Política tiene décadas analizando el fin de las ideologías o el fin de la disciplina partidista, así como el arribo, para quedarse, de conductas como la deslealtad partidista, la movilidad política, el transfuguismo electoral y el transfuguismo parlamentario, entre otros.


UNA COSA ES UNA COSA Y OTRA COSA….

Estos días el ex priista y ahora panista Alberto Jiménez recordó y tuiteó una máxima del famoso alcalde de Lagos: “una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa”, citó.

Veamos lo que publicó Milenio en su columna La Tremenda Corte: “¿Naranja? Lo que puede hacer la “amnesia partidista”. Ayer el dirigente de Alianza Ciudadana, Enrique Alfaro, dio la bienvenida dentro del movimiento que encabeza al panista Héctor Álvarez, ex coordinador de campaña del ex candidato al gobierno de Jalisco por el PAN, Fernando Guzmán Pérez Peláez. Con ello, Álvarez se suma a los panistas en fuga que terminan identificándose con el partido Movimiento Ciudadano. ¿Mera coincidencia? 

“Cab…nes El que también fijó su postura al respecto, fue el propio ex secretario general de Gobierno Fernando Guzmán, quien se dijo sorprendido por la decisión de Álvarez, misma que aseguró no comparte. 

Quién iba a pensar, que el que llamó “cabrones traidores” a Herbert Taylor y Diego Monraz, por supuestamente haber apoyado la campaña de Enrique Alfaro al gobierno de Jalisco, en lugar de a su gallo, ahora se incorpore con quien fuera su adversario”.

Bueno, a Héctor Álvarez ni lo conozco ni lo he saludado jamás, pero se equivocan quienes usan su expresión “cabrones traidores” para ubicarlo en ese establo.

A lo que se refería Álvarez en ese tiempo era a quienes vestían de azul pero trabajaban para Alfaro en el 2012 y quien conoce poquito su trayectoria sabe que es de aquella clase que llamaban “hombrecitos” que honran la palabra y cumplen acuerdos. Aunque sea un salvaje.

Álvarez, quien ya fue procesado en el PAN, expulsado por su santa inquisición y finalmente exonerado por el Trife del absurdo “cargo” de “conocer las leyes y acatarlas” ahora dio la cara, avisó y no está tras bambalinas ayudando a Alfaro.

Eso no es traición. Traición es la que se le está haciendo al PRI desde Casa Jalisco al gobernar con frivolidad, con corrupción, con clanes, con pandillas, y como Calígula, que hizo a su caballo cónsul. Traición es la que le están haciendo al PAN sus dirigentes, a quienes les preocupa solamente la nómina, el manejo presupuestal y los negocios ligados al acoplamiento con el poder.

Algunos piensan que armar un proyecto es cosa de santos y ángeles pero no, si no creen, pregúntenle a Aristóteles Sandoval que pactó hasta con mil demonios.

Ahora bien, Alfaro tampoco es un ángel o un santo, y por tanto, tiene mucha malicia, y sabe bien quién de sus aliados puede o debe dar la cara y quién no. Entre los que convenía que dieran la cara y el pecho, está Héctor Álvarez, quien le será muy útil, tanto que en el comité estatal del PAN los panosaurios no le llamaron desecho ni cosas por el estilo. Si se meten con Álvarez lo van a topar. Y si en el PRI están tirando las piedras y escondiendo las manos, Álvarez les va a enseñar la mano, les va a tirar la piedra y les va a decir que él fue.

De paso, me dice alguien que le entiende a esto, que MC y Enrique Alfaro ya tienen en la bolsa ooooooootra presidencia municipal –Zapotlanejo-, otro distrito donde seguramente Álvarez será candidato y si lo es, será diputado.

Por tanto, oigo mucho ruido y veo pocas nueces. Serenos, serenos, esto es política y astucia, que abundan en MC y desprecian en el PRI.













40 años del asesinato de Garza Sada



Jorge Fernández Menéndez



La violencia está en demasiadas ocasiones ligada, muy directamente, a la política. Saber, sobre todo cuando se vive o se percibe un clima de violencia, quién ordenó o ejecutó un crimen político suele ser un ejercicio vano. Pero a veces los responsables dejan huellas que permiten saber qué fue lo ocurrido, quiénes fueron los responsables por acción u omisión, cómo se desarrollaron los acontecimientos.

En el 2006, cuando aún vivíamos las convulsiones de la elección presidencial publicamos el libro Nadie supo nada, la verdadera historia del asesinato de Eugenio Garza Sada. Años atrás, revisando la documentación de la Dirección Federal de Seguridad que había sido trasladada al Archivo General de la Nación en el antiguo Palacio de Lecumberri, había encontrado los documentos que permitían confirmar que la muerte del presidente de la Cervecería Cuauhtémoc y líder empresarial del llamado grupo Monterrey, ocurrido el 17 de septiembre de 1973 tras un frustrado intento de secuestro por un célula guerrillera había sido una acción consentida, conocida previamente y realizada con el visto bueno del gobierno en turno, que encabezaba Luis Echeverría.

En el documento de la DFS desclasificado y marcado con el expediente 11-219-972, en el legajo dos, hojas 46 y 47, se puede leer un detallado informe enviado por el representante de la DFS en Nuevo León, Ricardo Condelle Gómez, titulado “planes de secuestro de los industriales Eugenio Garza Sada y Alejandro Garza Lagüera”. El documento está fechado el 22 de febrero de 1972, un año y medio antes de los hechos.

Allí se puede leer como Manuel Saldaña Quiñonez (alias Leonel) “que fue reclutado”, dice el documento, como profesional de la guerrilla por Héctor Escamilla Lira (alias Víctor) en septiembre de 1971. Leonel, dice el documento, era informante de la DFS. Fue trasladado de Monterrey a una casa operativa del Distrito Federal, y describe con pelos y señales lo que ocurría en la “casa número 18, apartamento 5 de Casas Grandes, colonia Narvarte” donde vivían y se reunían los dirigentes de la organización que con el paso del tiempo se transformó en la Liga 23 de septiembre. En el documento se relata el contenido de las reuniones de esa organización y se dice que “aproximadamente el 4 de diciembre (de 1971) efectuaron una junta donde (…) propusieron efectuar el secuestro de una persona que pagara inmediatamente un rescate de varios millones de pesos para comprar más armas y una radiodifusora para la trasmisión clandestina de mensajes revolucionarios…”. Se designó a Héctor Escamilla Lira como responsable de la operación.


También a un grupo de entre 10 y 12 personas para efectuar el operativo. Todos están identificados en ese y en documentos posteriores. En uno de ellos, de febrero del 72, se dice que “el 8 de diciembre del 71, Leonel regresó a Monterrey y supo por boca de Víctor (Escamilla Lira) que los señores Eugenio Garza Sada y Alejandro Garza Lagüera, serían las personas que el grupo trataría de secuestrar”.

Escamilla Lira fue detenido en Culiacán. En su declaración ratificó y amplió todos sus detalles el informe confidencial que había recibido la DFS. Dice que se volvió a encontrar con Leonel antes del secuestro y que éste había admitido que había sido detenido y “se había visto obligado denunciar al exponente (o sea Escamilla) como uno de los participantes” en el comando y que “obtuvo su libertad mediante el compromiso de continuar proporcionando información a la policía”. Escamilla era vigilado, dicen los documentos, por la propia DFS, pero no fue detenido.

En Monterrey, según su testimonio, Escamilla se alojó en la casa de Jesús Piedra Ibarra, el hijo de Rosario Ibarra de Piedra quien posteriormente sería desaparecido. Escamilla confiesa que él tenía la responsabilidad de vigilar los movimientos de Garza Sada y de organizar el secuestro. Que él mismo decidió el lugar y la fecha del operativo, pero que unos días antes del mismo fue enviado a Tampico porque la célula en la que participaba consideraba “que ya había sido descubierto por la policía”. En Tampico, en cuando llegó a la ciudad, fueron detenidas su esposa y otro miembro de la Liga 23. Aunque la célula encargada del secuestro siguió viviendo en sus mismas casas, no modificó ni la fecha ni la hora ni el lugar del operativo, nadie fue detenido. Se les permitió que siguieran adelante con su plan. Garza Sada y su chofer fueron asesinados cuando se enfrentaron a los secuestradores.

La historia es mucho más amplia pero confirma que en el intento de secuestro y asesinato había habido participación y tolerancia del gobierno de Luis Echeverría, e incluso que conocía previamente al detalle lo que ocurriría. No hizo nada. Han pasado 40 años, el caso sigue impune. Y el ejemplo de cómo, vía la mezquindad y la violencia, se puede descomponer un régimen y una sociedad sigue estando presente entre nosotros.


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