lunes, 30 de septiembre de 2013

EDITORIALES







CADA LUNES DESDE ALGÚN LUGAR DE JALISCO



MÁS IMPUESTOS A LA CLASE MEDIA



Fernando F. Velasco Villa SDG


Aunque muchos periodistas y organizaciones empresariales se han manifestado sólo tímidamente contra la llamada Reforma Hacendaria –quizás por temor a represalias y porque entre el PRI y los Partidos de Izquierda, seguramente se aprobará-, ya son más las voces que empiezan a manifestarse: Agrupaciones de Instituciones de beneficencia, por lo que pueden disminuir los donativos con los que se sostienen, al reducirse el límite de donativos del 7%, al 4% para las empresas y el nuevo límite para todas las deducciones, de dos veces el salario mínimo de un año de la zona económica del causante -cuarenta y tantos mil pesos -, o 10% de los ingresos, lo que resulte menor, para las personas físicas; la Federación Mexicana de Fútbol y una empresa de cines, por lo que se encarecerán las entradas, al agregarse el IVA a los espectáculos –con excepción del teatro y el circo-; organizaciones de maquiladoras que perderán competitividad entre otras cosas –como el 10% sobre dividendos, la no consolidación fiscal- por el aumento del IVA del 10% al 16% en la zona fronteriza.           
Aunque la propaganda oficial insiste en que la Reforma Fiscal pretende cobrar impuestos a los que más tienen, lo cierto es que en lugar de ampliar la base fiscal y cobrar al comercio informal y a todos los que no pagan, se va a cobrar más a los mismos causantes y los más afectados, seremos los que integramos la clase media, resultando oportuna la anécdota que me envió por correo electrónico mi amigo Rafael Valencia Torres;
Cuentan que en los tiempos de los últimos reyes de Francia, antes de la Revolución Francesa, y durante el “Despotismo”, donde el rey era “El Estado”, un súbdito que era el recaudador de impuestos, se acercó a su rey con la nueva propuesta para aumentar la recaudación de impuestos. En esta propuesta el recaudador proponía cobrar más impuestos, ahora a los ricos del reino. 
Entonces el rey, muy complaciente y viendo la ingenuidad de su subordinado le dijo: “NO, mi querido súbdito. A los ricos no. Son mis amigos casi todos, y si los hacemos enojar ya no me van a invitar a sus fiestas, francachelas, huateques, bautizos, bodorrios, etc. Y ya no me van a sacar fotos en CARAS, QUIEN, HOLA, TVNOTAS, etc. Todos ellos y nosotros somos “gente bonita”, y no les podemos hacer eso. Además ¿Cuántos ricos hay en el reino? ¿Cuánto más podríamos recaudar? No, no, no. Eso ni pensarlo. Pero te lo agradezco y perdono, no tienes el conocimiento que yo tengo”.
Se fue el recaudador, todo agüitado a hacer una nueva propuesta. Y cuando se la presentó al rey este dijo: “¿A LOS POBRES? NO mi querido súbdito. A esos de dónde les podemos sacar impuestos. No tienen ni para comer. Además muchos de ellos son pobres por flojos, por ignorantes, por viciosos, etc. No con ellos no te metas. Déjalos como están. Así viven contentos o tranquilos, sin ambiciones. Ni hay que alborotarlos”.
Entonces el subordinado ya todo desorientado le preguntó al rey: “Entonces, su majestad, oriénteme ¿Qué me sugiere usted para poder recaudar más impuestos para la corona? “Y el rey le dijo: “Cóbrales más a los de la clase media, a los burgueses, a los profesionistas, a los comerciantes, a los académicos, a los científicos, a los músicos, etc., etc., etc.”
Y el recaudador contestó: “Pero su majestad, a ellos ya les estamos cobrando impuestos. A ellos son a los que siempre les aumentamos los impuestos. Se nos van a enojar”. Y el rey le respondió: “Es posible, pero la clase media tiene algo que las otras clases no tienen, o que muy pocos en ellas tienen. Tienen sueños y ambiciones. Y su mayor sueño es ser ricos algún día. Y por lo mismo estudian y trabajan, y trabajan, y trabajan. Y sí, se van a molestar por tener que pagar más impuestos, pero su sueño va a estar por sobre su enojo, y por lo mismo van a seguir trabajando y trabajando y trabajando con la ilusión de llegar a ser ricos un día. 
Pero tampoco nos conviene que lleguen a ser ricos porque luego ¿Quién pagaría impuestos? Por esas razones a ellos es a los que hay que cobrarles más impuestos”. El recaudador se quedó impresionado de la sabiduría y agudeza mental de su majestad, y se fue a cobrar más impuestos a los de la clase media. Luego, con el tiempo, estalló la revolución francesa con el lema de “LIBERTAD, IGUALDAD Y FRATERNIDAD.”

Hasta la próxima semana







Algo más que palabras


Víctor Corcoba Herrero



La no violencia como cultura

            
Aún  no hemos aprendido a cultivar la no violencia, a poner en la cima de nuestros desvelos otras realidades menos absurdas, a desplegar otras energías más tolerantes y comprensivas. Por más que celebramos todos los años, a través del referente de una vida armónica como la de Gandhi, coincidiendo con el aniversario de su nacimiento (el 2 octubre),  observamos que el lenguaje de las armas sigue hoy tan vivo como ayer. El día que en verdad se haga cultura su manera de entender la existencia, despojada totalmente de todo signo agresivo, la realidad será otra muy distinta. Pienso que, a la hora de valorar esta ansiada paz, que por otra parte nunca llega, hay dos hechos primordiales a considerar. Primero, ahí están los problemas del desarme. No podemos seguir, como diría el pensador, practicando el ojo por ojo porque al final todos acabaríamos ciegos. Segundo, el actual clima de salvajadas está injertándose en la vida civilizada como algo a lo que tenemos que acostumbrarnos.  Esta crueldad, que en parte deriva de una decadencia de la conciencia moral, nos está llevando a un pesimismo social de graves consecuencias. Como también diría el pensador, la humanidad no puede liberarse de la violencia más que por medio de la no violencia, o lo que es lo mismo, mediante una asistencia reeducativa.
             
Desde luego, la violencia nos perjudica a todos, es la explosión de una energía bruta incontrolada que degrada a todo ser humano. La misma Carta de las Naciones Unidas propugna inequívocamente, como primer recurso, un enfoque pacífico y no violento, y el uso de medios tales como la negociación, la mediación, el arbitraje y el arreglo judicial. Si la paz se construye desde acciones de paz, las guerras no tienen sentido, porque además no ayudan a la convivencia y dejan tras de sí una estela de dolor incalculable. Las relaciones de amistad entre culturas, lo mismo que la cooperación entre pueblos, germinan de un espíritu pacífico, de una actitud menos egoísta, de una raíz más humana en definitiva. Los planes educativos, por consiguiente, han de tener un papel fundamental que desempeñar para que las sociedades puedan cambiar. Ya lo decía el pensador, que la verdadera educación consistía en obtener lo mejor de uno mismo. Esta es la cuestión. Y en cualquier caso, no obviemos que el estado de derecho, el desarrollo sostenible, la consolidación y el establecimiento de la paz, son los elementos clave de la promoción de los cambios no violentos que persiguen las Naciones Unidas. Sin duda, un camino que debemos reflexionar. No puede ser más fácil matar que olvidar un rencor y dar un abrazo. En el ejemplo de Gandhi podemos hallar la inspiración necesaria para entender muchas cosas, o al menos, para seguir trabajando por la paz desde la no violencia.
            
Docentes, líderes sociales y religiosos, familias y grupos sociales, son claves para avanzar en la no violencia. Sabemos que todavía queda una larga caminata por recorrer. La violencia contra las mujeres sigue siendo una realidad trágica. La violación se usa como arma de guerra durante los conflictos y también se trafica con las niñas como si fuesen objetos de mercado. Ante estos fenómenos graves y persistentes el compromiso humano debe acentuarse, para que retorne la paz en todos los lugares del planeta. Es posible y lo será, en la medida, que la no violencia gobierne nuestras vidas. El día en que todos nos opongamos a la violencia por principio, porque jamás causará un bien permanente, habremos avanzado hacia esa humanidad pacifista. Tenemos que impedir, como sea, la irracional violencia. Es más, urge parar este aluvión de violencias que nos acorralan en los hogares y en cualquier esquina. Desterremos toda violencia de nuestro horizonte. Eliminemos también las causas que originan la violencia. Muchas veces nace de una reacción natural ante situaciones de injusticia y de opresión. Por eso, es importante que las instituciones hagan bien su trabajo (o sea con ética)  y la justicia llegue a todos por igual.
           
Activemos, en consecuencia, el recuerdo de Naciones Unidas, y "puesto que las guerras nacen en la mente de los hombres, es en la mente de los hombres donde deben erigirse los baluartes de la paz". Hagamos realidad este espíritu de Gandhi, ya que el mismo progreso natural, innato o espiritual, tan necesario como cualquier otro, nos demanda que dejemos de matar y de comer a nuestros semejantes. Ciertamente, que el planeta tomase para sí y sus moradores la no violencia como cultura, sería la más sublime de las noticias publicadas hasta ahora, puesto que se activarían un conjunto de valores, actitudes, tradiciones, comportamientos y estilos de vida, basados en el respeto pleno a la vida. El ser humano tiene que hacerse de nuevo humano y formarse otra vez una conciencia de consideración hacia la persona. Considerar los derechos de los demás también supone el deber de hacer valer los propios. Tantas veces hemos edificado una cultura violenta, intolerante e insolidaria, que expatriada de nuestro diario de vida, entonces sí que todo el mundo sería como una verdadera familia, cuyo linaje ya se ha globalizado.
            
Personalmente, me niego a ser condenado a formar parte de la catástrofe. Creo que nos merecemos una autoridad común mundializada, despojada de poder e intereses, capaz de poner orden y de alentar en el entendimiento, prevención y solución de conflictos. La hondura y el referente de Gandhi demuestran cómo una sola persona puede remover corazones más allá de esta vida. En homenaje a su legado perdurable, hagamos de este día de la NO VIOLENCIA  un sentimiento de fraternidad, con la esperanza de alejarnos de realidades crueles que ponen en riesgo avances en derechos humanos. Por cierto, su idea de paz y no violencia se extendía a la protección de cualquier ser vivo, animales y árboles. En todo caso, resulta evidente que existe una conexión profunda entre los principios fundamentales de los derechos humanos consagrados en la Declaración Universal y los principios que practicó Mahatma Gandhi, cuya respuesta siempre radicaba en el ejercicio de llevarlos a buen término.  Como solía decir: "una onza de práctica vale más que toneladas de prédica". Siguiendo su testimonio, nuestro mejor homenaje a la conmemoración de su nacimiento, ha de consistir fundamentalmente en poner en cultivo sus consejos y en asegurarnos del cumplimiento de sus principios. La inspiración del cambio, pues, está servida. Nos ha tocado el tiempo de la acción.







Fe y sociedad

La enfermedad de la queja


Pbro. Enrique de Jesús Camacho Velasco

  
La queja se define como manifestación de disconformidad con algo o con alguien’. Junto con la queja van otras manifestaciones parecidas, como la murmuración y la crítica. La murmuración se define como “hablar entre dientes manifestando queja o disgusto por alguna cosa”, mientras que la crítica nos da la idea “censura de las acciones o la conducta de alguno”.
 La queja, la murmuración y la crítica son reacciones procedentes de la rebeldía y del egoísmo del hombre que no tolera las palabras o las acciones de otros, porque cree que le dañan o simplemente no están de acuerdo con su modo de pensar y de hacer. Cuando se produce la queja hay una motivación exterior que actúa sobre las emociones del hombre, pero son estas las que dan poder y forma a la queja, es una enfermedad de la humanidad que pasa de generación en generación sin necesidad de cuidados ni atenciones especiales.

La queja y la crítica se fabrican en el corazón lo mismo que las tormentas en las alturas. Y, como las tormentas, puede permanecer amenazadora o puede desatarse en forma de truenos, rayos, lluvia o granizo. Cuando la queja queda en el corazón sólo hace daño a quien la ha alimentado y la ha sostenido; pero cuando se descarga a través de la lengua, sus efectos pueden ser devastadores e irreparables, porque puede destruir y llevarse por delante todo lo que encuentre. Las palabras vuelan y, una vez que han empezado el vuelo son ya incontrolables. Por eso, no tiene que sorprendernos el hecho de que la Palabra de Dios tenga desde siempre juicios tan duros para el mal uso de la lengua.
  
Para la queja y la crítica hay un remedio natural que consiste en reducir a silencio los impulsos interiores; otro remedio, de condición sobrenatural, es una ayuda que nos viene de Dios por medio de su Espíritu, y se traduce en el dominio de sí y alabanza a Dios desde la fe, porque creemos que él está presente en todo y sus razones tiene para permitir la situación de la que nos quejamos.

Si fuéramos capaces de vivir el amor “que todo lo perdona” (Cor. 13,17) la crítica se habría quedado sin el caldo de cultivo del egoísmo, que es lo contrario al amor y fuente de toda queja.

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